De cara a la captura incidental y el descarte pesquero, varias organizaciones realizarán un diagnóstico de pesquerías industriales en el mar Argentino.
La captura incidental representa una de las principales amenazas a las poblaciones vulnerables de aves marinas en el sur de nuestro país. El descarte pesquero afecta a mamíferos y aves tanto como los desechos, especialmente residuos plásticos, generados por la pesca, a medida que crece el desarrollo de esta actividad.
En este contexto fue que en noviembre del año pasado se firmó un convenio para hacer un diagnóstico de las pesquerías del mar Argentino. Lo firmaron el Conicet, la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco y el Observatorio del Sistema Pesquero Argentino (OSPA).
Se da en el marco del proyecto MaRes, para Reforzar la Resiliencia de las Áreas Costeras y Marinas Protegidas de Argentina, desarrollado por 8 de las 26 ONG del Foro para la Conservación del Mar Patagónico y Áreas de Influencia, una red internacional que trabaja para la integridad ecosistémica y la gestión efectiva del área marina que rodea el cono sur de América.
El convenio, de dos años de duración, busca describir las pesquerías, su historia, las capturas, flotas y áreas, si existen planes de manejo, si están certificadas, los indicadores biológicos, ecológicos, económicos y sociales, entre otros aspectos. También confeccionará un mapa de actores del sector pesquero para tener así un panorama en relación con las problemáticas citadas. La información ayudará a fortalecer el sitio web del OSPA.
El Conicet analizará datos como los relacionados con los descartes de las pesquerías industriales patagónicas y su efecto e interacción con poblaciones de mamíferos y aves marinas. En paralelo, se evaluará la normativa vigente y se elaborarán medidas de mitigación.
La captura involuntaria de animales que no son el objetivo principal de la pesca, pero que terminan atrapados en los equipos junto con las especies objetivo, no solamente afecta a los animales bajo el mar. Puede ser una amenaza para albatros y petreles, cuyas poblaciones, de bajas tasas de fecundidad y alto cuidado parental, son particularmente vulnerables.
De esta cuestión se ocupa el componente de Captura Incidental y Buenas Prácticas Pesqueras del Proyecto MaRes, que dirige Leandro Tamini, coordinador del Programa Marino de Aves Argentinas. El grupo, entre otras prácticas, realiza cuestionarios a actores del sector, los capacita y propone medidas de mitigación al impacto de la actividad.
“Pueden ser cambios en el día a día arriba de un barco, por ejemplo, comercializa tecnológicas. Hemos firmado hace poco un convenio con Iberconsa (una empresa internacional que c omercializa langostino y merluza congelada) para la instalación de cámaras en sus barcos”, explicó Tamini a Convivimos.
Un trabajo liderado por este especialista, que estudió la mortalidad de aves marinas asociada a la pesca de merluza argentina en embarcaciones congeladoras con redes de arrastre, probó la eficacia de las líneas espantapájaros (LEP) como medida de mitigación de la captura incidental de aves marinas al evitar que se enganchen en las redes o golpeen contra los cables que las unen a los barcos.
Las LEP, que son extensiones de cuerda con cintas de color llamativo que se atan a la embarcación para disuadir a las aves, impidieron la muerte o el daño de 13.548 albatros de ceja negra, 2463 petreles gigantes del sur, 1847 petreles gigantes del norte y 1232 petreles dameros. “Si se usaran en su totalidad, la reducción de esa mortalidad sería del 88 por ciento”, aseguró al respecto.
Desde 2017, el Consejo Federal Pesquero definió la obligación del uso de LEP en los buques congeladores arrastreros, una solución efectiva, simple y económica. Sin embargo, su implementación aún es escasa. “Con las cámaras podemos ver si se usaron y cómo, si se construyeron bien, y eso nos permite ir mejorando las medidas”, contó Tamini, resaltando el trabajo de las ONG para complementar los controles del Estado que no son suficientes frente al tamaño de las flotas argentinas.
PLÁSTICOS
Dentro del proyecto MaRes, otro grupo se dedica a investigar y mitigar el impacto de los plásticos que genera la industria pesquera. Junto con la creación de conocimiento mediante investigación científica y el análisis de las fuentes que originan esta problemática, las organizaciones desarrollan acciones de remediación y de limpieza de playas mientras incentivan buenas prácticas pesqueras.
“Tiene que ver con las readaptaciones de los hábitos del personal vinculado con la pesca, tanto en el ámbito portuario como a bordo, y con el desarrollo de dispositivos que ayuden a mejorar y a facilitar la gestión de los residuos”, explicó a Convivimos Diego González Zevallos, investigador del Conicet y coordinador del componente de Reducción de Plástico de Origen Pesquero en las Áreas Costeras y Marinas Protegidas e Impulso de la Economía Circular.
“Es un problema que se viene abordando desde instituciones científicas como el Conicet desde hace muchos años. Tomó carácter público porque, fundamentalmente en la provincia de Chubut, comenzaron a evidenciarse playas cargadas de cajones de pescados y otros residuos plásticos, y eso pasó a las redes sociales, lo que alertó aún más y abrió las puertas a que haya un financiamiento o se desarrollen proyectos para abordar esta temática”, contó.
“Lo que hay acá es una cuestión de recepción portuaria de lo que traen los barcos”, afirmó. “En este sentido, el grupo realiza capacitaciones y concientización ambiental para actuales y futuros marineros, maquinistas y capitanes. También emprenden acciones para el reciclado de plásticos en el puerto, el involucramiento de las cooperativas de recicladores y la formalización de su trabajo”.
“Lo que se requiere es que haya un sistema afuera para que hagamos las cosas distintas. Ya no las podemos seguir haciendo como hasta el día de hoy, porque somos más, porque consumimos más, porque todo lo que compramos tiene plástico y eso a algún lado termina yendo”, concluyó.
Un tiburón protegido
El tiburón escalandrúm es una especie migratoria que se encuentra en peligro crítico de extinción en el Atlántico sudoccidental. Amenazado por una fuerte presión pesquera y la pérdida y degradación de ambientes costeros, su población se redujo en un 80 por ciento en los últimos 74 años. En febrero, tras la propuesta de Brasil y Panamá, asesorados por WCS Argentina y Fundación Vida Silvestre, la especie fue incorporada en la 14a Conferencia de las Partes (COP14) de la CMS para garantizar su conservación.