Desde hace ocho años, la Escuela Municipal de Actividades Náuticas de Rosario acerca a cientos de familias al río a través del deporte. Aprender a nadar, remar y convivir con la naturaleza son algunas de sus premisas.
Foto: Gentileza Escuela de Actividades Náuticas de Rosario
Una de las ideas sobre las cuales trabaja la escuela es acercar la actividad náutica a la mayor cantidad de personas posible y transmitirles el amor y el respeto por la naturaleza. Las actividades –clases de remo, kayak, vela y natación– se desarrollan durante todo el año, pero es en el verano cuando el escenario se agiganta y las prácticas se trasladan a las aguas marrones del Paraná.
La escuela comenzó a funcionar en 2015 en el Club Malvinas Argentinas, ubicado en la zona norte de Rosario. Si bien en un principio la idea era reflotar la práctica del remo –actividad histórica en esa ciudad–, luego se fueron agregando opciones que se volvieron más masivas, como el canotaje. También concretaron la posibilidad de seguir trabajando durante los meses de invierno en piletas cubiertas para dar clases de natación y realizar ejercicios de autorrescate de kayak.
En el verano de 2018 la escuela se trasladó al predio del balneario La Florida, la playa más grande de Rosario, que es de gestión público-privada y donde funciona una guardería de embarcaciones náuticas.
“El río te da una sensación de libertad”, afirma Darío Olivero, profesor de Educación Física y uno de los impulsores de la escuela que depende de la Secretaría de Deporte y Turismo local. “Junto con mi compañero y amigo Esteban Massón, que también es profe, estábamos trabajando –los dos somos empleados municipales– en un proyecto de promoción social en la zona norte solo durante el verano, pero queríamos armar algo que funcionara todo el año”, le cuenta a Convivimos.
Lo primero que hicieron fue presentar el proyecto en la Municipalidad. Con la aprobación en la mano pero aún sin materiales, se pusieron a trabajar con seis kayaks que ellos mismos consiguieron. Faltaban muchos más, así que organizaron sorteos, hicieron “polladas”, vendieron empanadas y llegaron a comprar 25. Luego de tres años de trabajo, finalmente lograron que el municipio les entregara 27 flamantes embarcaciones.
«El río te da libertad y también serenidad».
Darío Olivero
“Es muy importante el rol que cumple nuestra escuela, porque el objetivo es acercar al río a personas de todas las edades, de forma segura y muy accesible desde lo económico”, asegura Olivero. Al ser pública, la iniciativa genera inclusión social en una ciudad en la que actividades como el canotaje produjeron un boom en los últimos años.
Se estima que sobre la costa del río, donde funcionan decenas de clubes ribereños, en el corredor que va de San Lorenzo a Villa Constitución, hay unos 20.000 kayaks en una veintena de guarderías, la mayor parte concentrada en Rosario y Granadero Baigorria. Además, se multiplicaron las escuelas privadas que ofrecen capacitaciones y cursos en distintos niveles, desde aprender a dominar estos botes hasta la organización de viajes grupales y travesías.
“La idea no es solo transmitir un aprendizaje técnico, sino, sobre todo, el respeto a lo que significa convivir con el Paraná”, explicó Alcides Flores en una nota del sitio RedAcción. El profesor, que también es coordinador en la escuela, explicó que la idea fundacional fue abrir estos deportes a los habitantes de cada barrio de la ciudad, ya que se trata de actividades caras y que requieren equipamiento específico, como la propia embarcación, chaleco y la cuota de la guardería. “En nuestra escuela la cuota es muy accesible, y con eso les brindamos todo: salvavidas, botes y un seguro médico”, describió.
Este verano participaron de las actividades más de 200 alumnos, divididos en grupos por edades y niveles. “Tenemos alumnos a partir de los 10 años, pero también varios que superan los 70. Los dos más grandes fueron alumnos míos de natación cuando trabajaba en otro programa de la Municipalidad, en la zona de Saladillo, ¡hace más de veinte años!”, recuerda Darío con orgullo.
ESTILO DE VIDA
“El río te da esa sensación de libertad en el sentido de disfrutar lo que tenés. Uno podría tener una lancha y experimentar lo mismo, pero lo que hacemos nosotros es una actividad física. Salimos a remar una hora y después dedicamos otra hora para compartir con los alumnos. Algunos ya se han comprado su kayak y siguen viniendo a la escuela. Es un estilo de vida. El río te da libertad y también serenidad, tranquilidad, la posibilidad de dejar el celular durante cuatro horas. Eso te aleja de todos los problemas”, dice Olivero, quien asegura que, en general, el kayakista es una persona tranquila que practica el deporte en comunión con la naturaleza.
Los coordinadores afirman que su formación tiene que ver con la pertenencia a la región del Litoral y la cercanía que tienen con ese paisaje, y que aunque el profesorado de Educación Física no los formó como remeros ni como kayakistas, son amantes de un estilo de vida.
UNA GRAN FAMILIA
“Lo primero que impartimos en la escuela es la importancia de formar una gran familia”, define Olivero. “Las premisas son el respeto, la solidaridad, el compañerismo y, por supuesto, pasarla bien”, puntualiza. En relación con lo recreativo, cuenta que hicieron dos viajes al Tigre antes de la pandemia, en los que visitaron, entre otros lugares, el Museo Naval y el Mercado de Frutos, además de conocer un club de remo y navegar en botes por el Delta.
Con la temporada de verano concluida, los profesores ya están pensando en un próximo desafío: concretar un viaje a los Esteros del Iberá con sus alumnos alguno de los fines de semana largos del año.