La limpieza de playas que se realiza en varios puntos de la costa argentina muestra el camino que nos falta recorrer hacia un medioambiente saludable.
De a poco, silenciosamente, una marea humana levanta un papel y después una tapita, una colilla, la manija de un balde roto, otro papel, otro pedacito de plástico. El verano es una oportunidad para quienes quieren ver las playas limpias, y tanto por iniciativa municipal como por impulso de alguna marca o del trabajo constante de los ambientalistas, ocurren los operativos de limpieza de playas.
“Arranqué hace doce años. En ese entonces, eras visto como un hippie loco. Hoy en día hay otro concepto: la gente participa en forma masiva de las limpiezas”, relata a Convivimos Joel Hume, presidente de 4R Compromiso Sustentable y director del Patagonia Eco Film Fest.
Hume, originario de Puerto Madryn, se sumó a la campaña Yo Amo Mi Playa apostando a “la educación ambiental desde la acción”. Este movimiento nacía por aquellos años en Pinamar liderado por Gastón Caminata y con el tiempo se plasmaría en muchísimas acciones de comunicación en las playas, desde carteles hasta charlas, entrevistas en los medios y posteos en redes, pero también en ordenanzas concretas para la reducción de bolsas plásticas y sorbetes, y playas libres de humo que después se replicarían en otras partes del país.
Ya en esa época los residuos más encontrados eran los generados por los paradores: sorbetes, sobrecitos de condimentos, cucharitas, tapas de gaseosas y botellas, y, en menor cantidad, productos utilizados en la pesca, como cabos, tachos y sus tapas. Según el último Censo Provincial de Basura Costera Marina realizado en 16 localidades bonaerenses, el plástico es el contaminante más abundante: está presente en el 73,7 por ciento de los residuos encontrados, entre colillas de cigarrillo (26,4 por ciento), fragmentos (17,3 por ciento), envoltorios (13,5 por ciento), bolsas (11,7 por ciento) y tapitas (5,7 por ciento).
“Lo que se ve en la playa es un mínimo porcentaje de lo que realmente está bajo el agua. La otra vez hicimos dos limpiezas submarinas y parece que el mar es como una alfombra debajo de la cual se meten las cosas. Aunque la playa esté limpia, los residuos pueden estar ahí y en una marejada aparecen”, aclara Hume.
Y recuerda que “todo el mundo está conectado por los océanos: un residuo de Australia puede terminar en la costa de Madryn. Entonces, no es solo cuidar el espacio de uno. Lo que yo hago acá puede terminar afectando la flora y fauna de una playa limpia en otro lugar”.
AMAR LA PLAYA
“Yo limpio la playa todos los días”, menciona a Convivimos Gastón Caminata, líder de la ONG Big Human Wave y creador del movimiento Yo Amo Mi Playa, que convoca a participar, de manera voluntaria y gratuita, en la limpieza de las playas.
Caminata es surfista. Recorrió más de diez provincias del país dando charlas, limpiando playas y haciendo activismo. De hecho, limpió playas en más de doce países. Ahora está trabajando en una ordenanza para que Pinamar sea la primera ciudad sin botellas plásticas de un solo uso.
“Siempre hay mejoras para hacer, pero las playas argentinas están muchísimo mejor que cuando nosotros arrancamos, sin lugar a dudas. Si lo tenemos que medir en nivel de conciencia, yo diría que estamos bastante bien”, comenta, y luego cita el problema de los desagües pluviales sin filtros que terminan con la basura en el océano y propone “mantener la calle limpia, dejar de tirar basura, reciclar, reducir, reutilizar y hacer compost en tu casa”.
“El 70 por ciento de los residuos que encontramos en las playas provienen de la ciudad. La playa está sucia por el efecto de ese ciclo del agua: llueve, la ciudad se limpia, el mar o el río se contaminan, y sus playas se ensucian”, coincide Gustavo Huici, presidente de Surfrider Foundation Argentina.
En febrero esta organización realizó un abrazo al mar en Puerto Cardiel, Mar del Plata, que fue acompañado por una limpieza de la playa y una jornada de concientización ambiental. La ONG viene convocando a estas jornadas desde 2004 y cofundó en 2018, junto con Reef, en Estados Unidos, la
Better Beach Alliance, un programa de limpieza de playas que se extendió a Europa, Australia y Argentina. Lograron recolectar más de 450 toneladas de basura en 8000 limpiezas, el peso equivalente a tres ballenas azules.
Huici considera que el plástico en las playas fue en aumento; y menciona que la prohibición de las bolsas de un solo uso en Pinamar fue el puntapié inicial para otro tipo de acciones, dado que una playa limpia invita a mantenerla así, y apunta que el problema global de los residuos pasa por un sistema de gestión de la basura deficiente y la falta de políticas de reciclado. En este camino, es fundamental la educación ambiental y virar de una economía lineal a una circular.
UN GRAN CENICERO
Hoy, uno de los residuos que más se encuentran en la playa son las colillas de cigarrillos. Una sola contamina hasta 70 litros de agua, puede tardar una década en degradarse e incluir compuestos como acetona, amoníaco, arsénico o polonio.
“La colilla de cigarrillo es uno de los residuos más abundantes en todas las playas del mundo. Nosotros hicimos varias campañas, una con un cenicero gigante de arena en el que hemos juntado alrededor de 10.000 colillas”, apunta Hume.
Al igual que estas organizaciones, muchas otras se sumaron a las limpiezas este verano. Marcas como Coca-Cola, McDonald´s, Burger King y Arredo fueron algunas de ellas.
“La limpieza de la playa es una manera de trabajar en conjunto, en comunidad, y donde la gente ve el resultado de su esfuerzo. Trabajando en forma cooperativa y armoniosa tenés resultados sorprendentes”, resalta Huici.
Para terminar, recuerda eso de que la Tierra no es una herencia de nuestros padres, sino un préstamo a las futuras generaciones, y sostiene que debemos devolverla en condiciones “para que puedan vivir las mismas o mejores experiencias que nosotros: zambullirse en el agua, barrenar una ola, caminar por la arena, pequeñas cosas que hacen a la calidad de su vida en el futuro”.
EL INTERÉS DE ELLOS
En octubre se retiraron unos 800 cajones plásticos de las playas de península Valdés. Las imágenes que ya circulaban en las redes ponían en evidencia otro residuo que preocupa a los activistas: el vinculado a la pesca. “A veces los cajones se caen por una sudestada, pero a veces se encuentran bolsas de basura que la gente de los barcos tiró al agua. Es un espacio para trabajar con muchísima comunicación. Obviamente, tiene que haber un interés de ellos de avanzar en ese sentido”, reflexiona Joel Hume.