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Cuando ellas defienden el ambiente

En los últimos años, las mujeres asumieron un papel de liderazgo en la lucha por la protección de la naturaleza. En esta nota, retratamos su experiencia.

Desde hace ya algunas décadas, la defensa del ambiente tiene cara de mujer. Activistas, investigadoras, científicas y comunicadoras tomaron la posta de la ecología. ¿Cómo es para ellas asumir esta tarea? ¿Existen las mismas oportunidades para hombres y para mujeres en el ámbito de la biología, la ciencia, la investigación o experimentan diferencias?

“Todo el tiempo se ven las diferencias”, asegura a Convivimos Verónica Quiroga, bióloga e investigadora asistente del Conicet en el Instituto de Diversidad y Ecología Animal de Córdoba. “Yo empecé esto veinte años atrás, cuando la igualdad de derechos y oportunidades era mucho peor de lo que es ahora. Era bastante difícil, sobre todo cuando intentabas trabajar en el campo, hacer tareas asociadas a varones”, agrega.

Quiroga confirmó a los diez años que quería ser bióloga al conocer la historia de Dian Fossey en la película Gorilas en la niebla. Oriunda de Córdoba capital y criada en las sierras, donde acampaba desde antes de cumplir el año, heredó de sus padres el amor y el respeto por la naturaleza.

Estudió en la Universidad Nacional de Córdoba y comenzó a trabajar en el Parque Nacional Copo, en Santiago del Estero, evaluando a grandes mamíferos. De las tres poblaciones de yaguareté que existen en el país, eligió la chaqueña para empezar su doctorado con la dirección de Mario Di Bitetti, líder del Proyecto Yaguareté en Misiones. Ella asumió la coordinación del proyecto en el Chaco.

“Costó hacerme lugar, hacerme respetar y lograr que me dieran las mismas oportunidades de crecer. No ser siempre ‘la estudiante’ o ‘la que ayuda’, poder empezar a tener un liderazgo en mis proyectos. Hizo falta mucho carácter, paciencia, constancia y enojos”, continúa.

Señala el “doble trabajo” de compañeras que tuvieron hijos y se retrasaron en la carrera o rechazaron tareas de campo en lugares lejanos, y asegura que está muy atenta a darles a sus alumnas en la universidad “las oportunidades y los espacios de tranquilidad” que ella no tuvo. 

PROYECTO FAMILIAR

“No sentí una diferencia ejerciendo mi rol como ingeniera agrónoma ni cuando era estudiante, cuando en los 80 éramos una minoría de mujeres en esta carrera”, relata a Convivimos Roxana Schteinbarg, cofundadora del Instituto de Conservación de Ballenas (ICB), integrado en su mayoría por mujeres.

“Tengo 57 años y a principios de los 90 ingresé en el ámbito de la conservación, en el que también pude desenvolverme muy cómoda. Siempre pude relacionarme con personas donde la tarea y el compromiso no dan espacio a diferencias de género”, completó.

Para Schteinbarg, el ICB fue y es un proyecto de vida y de familia, dado que lo fundó junto con quien hoy es su esposo, Diego Taboada. Primero, conocieron a las ballenas en península Valdés como turistas, después a John Atkinson, quien realizaba los relevamientos aéreos fotográficos de la mano de Roger Payne, fundador y presidente de Ocean Alliance/Whale Conservation Institute. 

Ella, trabajando de consultora agropecuaria, y él, en comercio exterior, se dejaron fascinar por los cetáceos, de los que sabían poco, y comenzaron a recaudar fondos para la organización internacional a través del programa Adopción de Ballenas. La pasión fue creciendo hasta que, junto al biólogo Mariano Sironi, fundaron el ICB. 

“Fue alucinante, porque en los primeros años iba con mi hija en la mochila a hacer las temporadas de campo. Ella de alguna manera vivió eso, y el año que viene se recibe de licenciada en Ciencias Ambientales. Es hermoso”, recuerda.

Schteinbarg menciona el “costo altísimo” de lograr la sustentabilidad de una ONG mientras empezaban una familia. Hoy sus hijos tienen 25 y 20 años y la organización sigue sumando actividades para fortalecer el Programa de Investigación Ballena Franca Austral mientras ella se enfoca en la comunicación ambiental y piensa en la nueva generación que continuará su trabajo. 

“Cuando ejerzo mi profesión no estoy pensando en mi femineidad o en el machismo, porque para mí es un rol de la humanidad el que estamos cumpliendo, más allá del género. La causa va más allá”, finaliza.

MÁS LÍDERES

“Nunca sentí que ser mujer me generara alguna dificultad o no permitiera que determinadas puertas se abrieran. Para nada”, comenta a Convivimos, por su parte, Valeria Falabella, directora del Programa de Conservación Costero-Marino de Wildlife Conservation Society (WCS) Argentina. 

“La biología y la ciencia han sido espacios igualitarios desde siempre en la Argentina. Sí hay más mujeres en roles de liderazgo en general. Es notorio que la mujer está accediendo a espacios a los que antes no podía o no se animaba”, apunta. 

Falabella es bióloga, de Buenos Aires. Cuenta que sus padres la llevaban al mar y ella se deslumbraba con la naturaleza. Luego de probar la carrera de Ingeniería en Sistemas, estudió Biología Marina en Puerto Madryn, donde conoció a su mentor, Claudio Campagna, investigador del Conicet, y trabajó en el comportamiento de elefantes marinos de la península Valdés. Enseguida se sumó al que hoy es el Ecocentro Pampa Azul, tras renunciar a una beca de investigación del Conicet. Fue Campagna quien la convocó para el Programa Marino de WCS Argentina.

A los 54 años, hace unos diez que volvió a Buenos Aires, pero sigue muy ligada a la Patagonia, viajando constantemente, identificando y liderando proyectos de conservación para mejorar el estado de las especies y cuidar ambientes clave para la biodiversidad. 

“Las mujeres tenemos una sensibilidad especial para trabajar con estos temas, otra forma de encarar las problemáticas, de pensar soluciones, de buscar respuestas con un cuidado y una forma de hacer las cosas que se complementa muy bien con la parte masculina”, retoma Quiroga, y agrega: “Ahora que las mujeres lideran y generan propuestas desde la femineidad, creo que están surgiendo formas de hacer conservación, de hacer ciencia, de hacer colaboraciones que están muy buenas”. 

SUS VOCES EN EL MUNDO 

“Soy parte de las organizaciones de la sociedad civil que llevan su voz a favor de la vida de las ballenas en la Comisión Ballenera Internacional. Participar en estas reuniones me apasiona, ser de alguna manera transmisora de la importancia de protegerlas”, declara Roxana Schteinbarg. La especialista menciona que en las organizaciones de la sociedad civil hay una marcada mayoría de mujeres activistas y que en la última década su participación aumentó entre los representantes gubernamentales.

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