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Ansenuza: Turismo y conservación

En el parque nacional que protege al lago salado más grande de Sudamérica, las ONG trabajan sin descanso y planifican su próxima apertura al público.

Foto: Ezequiel Vivas

El Parque Nacional Ansenuza, que comprende unas 661.416 hectáreas en el noreste de la provincia de Córdoba, está cumpliendo un año desde su creación. Es una zona que contiene al quinto lago salado interior más grande del mundo y el más grande de Sudamérica, y además aloja a tres de las seis especies de flamencos que existen en el planeta.

La laguna Mar Chiquita o “Mar de Ansenuza”, como también se la conoce, es parte de un humedal de un millón de hectáreas, clave para la conservación de la biodiversidad. Está considerada Área Importante para la Conservación de las Aves y fue declarada Humedal de Importancia Internacional por la Convención Ramsar e incluida en la Red de Lagos Vivientes.

Las aves son el grupo que alcanza mayor diversidad y abundancia, con un 66 por ciento de todas las especies de aves migratorias y playeras registradas en la Argentina, el 36 por ciento de la avifauna del total del país y el 85 por ciento de las 447 especies de aves citadas para la provincia de Córdoba. 

Esta área, que también alberga a coipos, carpinchos, comadrejas coloradas, corzuelas pardas, pecaríes de collar, gatos yaguarundíes y zorros grises pampeanos, además de especies en riesgo de extinción como la tortuga terrestre, el lobito de río y el aguará guazú, se ve afectada por la contaminación y el mal uso del agua, entre otras cosas. 

“Muchas aves que están asociadas a los pastizales, como lechuzones, gavilanes y cachirlas, están vulnerables por la pérdida de hábitat, los incendios forestales, el desmonte, y hasta hemos registrado ataques de perros o de gatos. Y la gente también tira basura: hemos encontrado aves con anzuelos de pesca”, cuenta a Convivimos Ezequiel Vivas, guía de la Reserva Ansenuza y fotógrafo de naturaleza, quien además de ser prestador de turismo alternativo es coautor de la Guía de Aves de Ansenuza junto con el biólogo Gustavo Bruno, un libro que registra 247 especies de aves, sus hábitos de alimentación y la probabilidad de observación, entre otros datos de interés.

RESERVA DE PAPEL

El 30 de junio de 2022, luego de cinco años de trabajo por parte de la ONG Aves Argentinas, el Gobierno de la Provincia de Córdoba y la Administración de Parques Nacionales en consenso con las comunidades, nació el Parque Nacional Ansenuza, dentro de lo que es una Reserva Provincial de Usos Múltiples desde 1994.

“El tema es que la reserva es, como nosotros decíamos, una ‘reserva de papel’, porque si bien está determinada por la ley, no hay un plan de manejo del área. Esto genera muchísimos inconvenientes: no tener presupuesto, que no se sepa qué se puede hacer y qué no. En fin, no hay una protección real del sitio”, explica a Convivimos María Laura Josens, coordinadora del Proyecto Parque Nacional Ansenuza de Aves Argentinas.

Frente a esta falencia, la organización convocó a intendentes, referentes sociales, políticos, organizaciones civiles y actores clave del turismo de la región y comenzó la planificación en la zona donde hoy conviven tres categorías de protección que trabajan juntas: el parque nacional, la reserva nacional y la reserva provincial. 

“Todos los territorios donde había población quedaron dentro de la reserva provincial o dentro de la reserva nacional, que admite producción. El núcleo duro de parque nacional es toda la zona de agua y parte de los bañados del río Dulce donde no había pobladores”, aclara Josens.

Actualmente, Aves Argentinas continúa realizando trabajos de investigación y conservación en las temporadas reproductivas, de septiembre a marzo, tales como monitoreos por tierra, agua y aire de las aves playeras migratorias que vienen de los Estados Unidos y Canadá, como el falaropo tricolor, para conocer el estado de las poblaciones, dónde están ubicadas y sus dinámicas.

“Tenemos cerca de 600.000 individuos contabilizados, que es un porcentaje enorme de la población que existe a nivel mundial”, relata Josens, y comenta que realizan estos trabajos junto a la Administración de Parques Nacionales, Natura Argentina –la filial local de una ONG internacional comprometida con la conservación a través de la creación de áreas protegidas– y la Red Hemisférica de Reservas para Aves Playeras, presente en 19 países.

TURISMO RESPONSABLE

En paralelo, Aves Argentinas también se ocupa, junto a la Secretaría de Ambiente de la Provincia de Córdoba, la Agencia Córdoba Turismo y otras organizaciones, del desarrollo de actividades turísticas en la zona respetando el ambiente. Por ejemplo, ayudan a determinar la distancia a la que pueden aproximarse las lanchas de excursión a las bandadas sin molestarlas o dan indicaciones sobre cómo preservar las costas del tránsito intensivo y el pisoteo involuntario de huevos y nidos. 

“Estamos trabajando alrededor de toda la laguna de Mar Chiquita para identificar prestadores, habilitarlos, que se capaciten y que brinden diferentes tipos de servicios a lo largo de todo el arco del parque nacional, de manera que uno pueda visitar las localidades y tener diferentes experiencias desde el punto de vista natural, cultural, gastronómico”, señala Josens, y subraya que la propuesta fue muy bien recibida por la gente del lugar.

“Había muchísimos sitios que ni se visitaban o que no estaban valorizados, y hoy la gente los cuida, los visita. Cada vez más personas se suman a esta propuesta de realizar actividades en torno a la naturaleza y brindar un servicio de turismo, y están superentusiasmadas”, dice la especialista.

Por el momento, en el Parque Nacional Ansenuza, la actividad turística no está habilitada mientras se realizan relevamientos de fauna, y existe un master plan de obras de infraestructura que se calcula finalizar en un plazo de un año. 

Para la ONG, este camino recién empieza: tiene además otros proyectos similares en marcha para la protección de zonas vulnerables creando dos nuevos parques nacionales en la zona de Jaaukanigás, provincia de Santa Fe, y en la Selva de Montiel, en Entre Ríos. 

LAGOS HERMANOS 

Las particularidades de la laguna de Mar Chiquita la vinculan con otros dos grandes lagos salados de los Estados Unidos: el lago Mono, en California, y el Gran Lago Salado, en Utah. Los tres comparten especies migratorias y desafíos de manejo como áreas protegidas y de planificación de su uso público. Por eso en 1992 firmaron un acuerdo para “hermanarse” y desde entonces ambos países, sus autoridades y las comunidades locales realizan un trabajo colaborativo esencial para su conservación. 

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