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Una biblioteca bajo la sombra del caldén

Una Biblioteca al Paso alimenta la lectura de los vecinos de un barrio de Toay, en La Pampa. La historia de un proyecto comunitario que se multiplicó. 

Emilce Aimar dice que este proyecto no los deja de asombrar. Se refiere a la Biblioteca al Paso, que es una casita de madera junto a un banco, debajo de un árbol de caldén, en el ancho terreno de la estación de trenes de Toay, en La Pampa. 

Bibliotecas comunitarias como esta las hay también en muchos lugares del país. Se inspiran en el proyecto Free Library (Libros Libres), que vio la luz en Hudson, Estados Unidos, en 2009. Hoy es un fenómeno global que se expresa en 80 países.

A la Argentina llegó en 2016. La primera biblioteca se instaló en Parque Chas, en la ciudad de Buenos Aires. Cuenta La Nación que fue obra de la licenciada en Letras, docente y escritora Inés Kreplak, que conoció la iniciativa en Chicago, Estados Unidos, y la puso a andar aquí. Tan así es que mientras se escribía este artículo, una publicación en Facebook anunciaba la apertura de una en la Feria de la Plaza del Aguaribay, en Rosario.

Hoy, pandemia de por medio, hay más de un centenar en todo el país, en barrios como Colegiales, Palermo, Belgrano, La Paternal y Boedo, o en ciudades como Toay, Bariloche (Río Negro), Frías (Santiago del Estero), Purmamarca (Jujuy), Rosario (Santa Fe), Villa María (Córdoba), Zapala (Neuquén) y Arrecifes, Villa Ramallo, Claromecó y Trenque Lauquen, en la provincia de Buenos Aires. Funcionan en casitas de madera, en armarios, en muebles multicolores, en cajones y hasta en una vieja heladera Siam. 

“Una Biblioteca al Paso es la expansión del acceso gratuito a la lectura como una manifestación artística, política y cultural. Aparecen en ese entramado la posibilidad del juego y el asombro, la alimentación de la idea de comunidad e intercambio, y la apuesta por la confianza en el otro”, señala una nota del diario La Arena, de Santa Rosa.

“Muchos nos decían que no iba a funcionar, que la tecnología…, que la gente no lee… y cosas así. Nosotros pensábamos que iba a andar, y la verdad es que nos asombra todos los días. Nos asombra la participación de la gente, que trae libros para compartir con otros. Lo hermoso es que uno piensa el proyecto, pero no todas las otras cosas que suceden a partir de él”, cuenta Emilce a Convivimos.  

Confiesa que son los chicos los más activos: “Se han leído todo lo que hay en la biblioteca. Por el grupo de WhatsApp que hicimos, preguntan cuándo llegan libros nuevos. Veo que están contentos, que hay un disfrute, ya sea al paso, porque se sientan a leer en el banco, abajo del caldén o en sus casas. En el barrio ya hay un circuito, leen más, vive la lectura”.

“Cuando dejo los libros nuevos, enseguida comienza el movimiento. La casita dio como un entusiasmo al encuentro con la lectura”, reflexiona.

Como todo, tuvo un primer día. Fue el 26 de enero de 2019 a las seis de la tarde. Desde entonces, a su alrededor y debajo de la enorme sombra del árbol se han hecho dos encuentros de lectura. Además, la iniciativa fue adoptada por la municipalidad y se multiplicó en otras bibliotecas al paso que se encuentran en otros barrios de esta ciudad pampeana. 

“En el barrio ya hay un circuito, leen más, vive la lectura”.
Emilce Aimar.

Nació antes, a partir de una inquietud de Emilce, que es gestora cultural. “Por mi trabajo siempre trato de fomentar la lectura y la escritura, ya sea en el barrio o donde pueda. Yo veía, por ejemplo, que había encuentros de lectura en Santa Rosa y en otras ciudades, pero en Toay esto no sucedía. Pensé entonces por qué ir allá, si puede hacerse acá, esto de encontrarnos alrededor de la lectura. Había visto las bibliotecas al paso en varios lugares y en distintos formatos, y me propuse hacer algo parecido en el barrio”.

Pensó dónde podría instalarla y con la ayuda de sus hijos encontró un sitio que le quedaba de paso para ir al centro, debajo de un caldén y que era utilizado para arrojar residuos. “Sacamos la basura, los escombros, limpiamos bien y le llevamos la idea de la casita a un carpintero conocido. Él hizo su propia creación y la pusimos ahí. Al banco lo conseguimos en Santa Rosa y lo colocamos para que el que quisiera pudiera sentarse a leer”.

Los primeros títulos fueron donados por amigos, amigas, hermanos y hermanas, y después ganaron el concurso Viva Lectura (2020) y fueron declarados de interés municipal por el Concejo Deliberante de Toay. Llegaron más libros. “Eso sí, nosotros pedimos libros que estén buenos para la lectura, esos que uno lee y le gustaría que otros lean”, plantea Emilce.

Recuerda que al principio costó un poco. “Mucha gente creía que era una ermita, aunque con el tiempo se fueron acercando. Incluso, alguna vez se llevaron todos los libros y alguien intentó sacar la casita, pero la comunidad se dio cuenta de que es parte. Ahora llevan y traen libros, acomodan, limpian. Hoy es un punto de encuentro”. 

Toay es un lugar particular. Aquí nació la poeta Olga Orozco. Por eso, cuando se presentó la experiencia, le dieron la bienvenida en la fanpage de Bibliotecas al Paso con un texto suyo, titulado “Anotaciones para una autobiografía”. “Toay es un lugar de médanos andariegos, de cardos errantes, de mendigas con collares de abalorios, de profetas viajeros y casas que desatan sus amarras y se dejan llevar, a la deriva, por el viento alucinado”. 

CÓMO COMUNICARSE:

Facebook de @bibliotecasalpaso@bibliotecaalpasotoay

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