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“Salvar un corazón”

Un fragmento del último libro de María Laura Gambero, del sello VeRa. 

Sin mediar palabra, llegaron a La Usina del Arte. Entre ambos se había instalado una tensión extraña; ella estaba de mal humor; él, a pesar de sentirse en falta, también lo estaba, pero fue el primero en aflojar.

—No quise responderte mal en la editorial —dijo Mirko al bajar del automóvil—. Últimamente, Antonella me está volviendo loco.

Gimena bajó la vista hacia las llaves y las terminó dejando caer dentro del bolso. Luego lo miró.

—¿Y tiene que ver conmigo? —preguntó, estudiando su reacción.

Lo tomó por sorpresa el ataque directo. Mirko elevó el mentón y se analizaron mutuamente. Gimena suspiró con resignación, comprendiendo la respuesta. Dio un paso hacia él y, colocando una de sus manos sobre el brazo del fotógrafo, buscó su mirada.

—Estamos trabajando, Mirko —deslizó con filosa firmeza—. Puedes decirle a Antonella que lo único que busco es hacer bien mi trabajo para convertir la revista de cultura en lo que debe ser. Nada más.

Mirko la observó un instante, afectado por su apasionamiento y enojo. Esa chica tenía fuego en su interior.

—No tengo nada que decirle a Antonella —dijo él abruptamente.

—¿Y yo tengo que creerte? —repuso ella con algo de sarcasmo—. Vamos, que ya debe haber empezado la sinfónica.

Fue en ese momento cuando a él lo alcanzó un desconcertante deseo de besarla. Había una grieta allí donde ella se esforzaba por mostrarse firme y sarcástica que dejó que Mirko notara la verdadera esencia. Sorprendido por la nueva sensación que ella acababa de provocarle, la observó alejarse.

La función ya había comenzado cuando llegaron a la entrada del auditorio. Se ubicaron en el fondo y así como ella se mostraba encantada y entusiasmada, a él, taciturno y serio, no le interesaba en lo más mínimo lo que sucedía en el escenario.

El auditorio estalló en aplausos y Gimena, poniéndose de pie, se sumó luego de secar las lágrimas de sus mejillas.

—¿Te parece que tome algunas fotos? —consultó. Sus palabras sonaron más a propuesta que a consulta.

—Sí, gracias —dijo. Una sonrisa suave se había alojado en sus labios y lo miraba con los ojos vidriosos—. Aprovecha el bis.

—Tengo entendido que realizarán tres piezas más —comentó—. Quiero una foto general y una de cada músico por separado.

Mirko se apresuró a colgar de su cuello una de las cámaras.

—También intenta obtener alguna imagen que refleje la sala llena —agregó—. Cuando termines nos encontraremos en el foyer.

—¿Dónde?

—Afuera —dijo ella sin molestarse en explicarle.

Mirko dedicó la siguiente media hora a tomar fotografías; lo hizo sigilosamente procurando no alterar el clima que allí se respiraba. Parecía mentira que nadie notara su presencia, pero así era. La audiencia solo tenía ojos para lo que sucedía en el escenario; parecían hipnotizados, tal como Gimena lo había estado. Sin desearlo, sus pensamientos se trasladaron a ella.

En cuanto terminó, se dirigió al hall de entrada del auditorio. ¿Cómo lo había llamado?, no lo recordaba. Era una extraña palabra en francés. Parece que el francés es importante para ella, concluyó.

La encontró allí revisando su celular, con un vaso de refresco en la mano. Todavía se la veía conmovida. Gimena alzó la vista al sentirlo acercarse. Le ofreció un poco de la bebida, pero él la rechazó.

—Esta sinfónica es sensacional —comentó ella, como si hubiesen estado hablando del asunto largo rato—. Cuando me enteré de que se presentaba, no quise perdérmela.

—Ya terminé —comentó Mirko como si ella no hubiese hablado. Guardó la cámara en su estuche y la miró—. ¿Vamos?

Gimena encendió un cigarrillo en cuanto pusieron un pie fuera del edificio. Él la imitó y de reojo la miraba avanzar sin levantar la vista del celular. Estaban por cruzar la calle cuando debió detenerla para que una bicicleta no la atropellara.

—¿Puedes levantar la vista de ese aparato? —protestó Mirko, sin retirar la mano de su hombro—. Te lo van a arrebatar o terminarás atropellada, no sé cuál es mejor opción.

—Definitivamente lo peor sería que me lo robaran —respondió guardándolo en su bolso—. Se me va la vida en este celular.

—Me imagino —murmuró él.

—¿Te gustó la sinfónica? —preguntó Gimena una vez dentro del automóvil.

Mirko se encogió de hombros. No tenía la menor idea de qué era lo que habían escuchado y la música le había dado más o menos lo mismo. 

María Laura Gambero
Es argentina, escritora y relacionista pública especializada en protocolo gubernamental. Entre sus obras más destacadas se encuentra El instante en que te vi, Devuélveme la vida, Te quiero conmigo y Hasta que decidas regresar. Más sobre la autora en www.marialauragambero.com

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