ISR es una técnica de autosalvataje que les da a los más pequeños una mayor seguridad a la hora de convivir con espacios acuáticos. La RCP es otra habilidad indispensable que debe tener al menos uno de los adultos de la familia.
Según el Ministerio de Salud de la Nación, cada cinco días fallece ahogado un menor de cuatro años. Esa cifra alarmante se multiplica si se amplía el rango de edad: de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), alrededor de 372 mil personas en todo el mundo pierden la vida cada año por la misma causa, lo que significa más de mil fallecimientos diarios. Datos escalofriantes, sobre todo tratándose de episodios prevenibles. Por eso es tan importante que los adultos tomemos los recaudos correspondientes y que además les enseñemos a los más pequeños pasos simples para que puedan sobrevivir a la caída al agua aunque no sepan nadar.
La técnica de autorrescate acuático Infant Swimming Resource (ISR), que se podría traducir al castellano como “recursos de natación para la primera infancia”, originada en los Estados Unidos hace más de 50 años, es una tendencia por la que optan muchas familias. “La primera barrera de prevención debe ser la presencia y supervisión constante de un adulto. La segunda es tener los espejos de agua rodeados por una cerca perimetral de más de 1,20 metros de altura, con vallas verticales –para evitar que los chicos se trepen– y una separación entre sí no mayor a 10 centímetros para que no logren atravesarla. Cuando todo eso falla, está la barrera de ISR, que capacita al bebé o al niño para que sea capaz de resolver la caída y se evite lo que de otro modo sería una tragedia”, afirma la entrenadora Patricia Trellini.
En ISR Argentina hay dos niveles de preparación: lo que llaman “secuencia del flotador”, para bebés de 6 a 18 meses; y la instrucción de 18 meses a 6 años, donde se trabaja la denominada “secuencia nadar, flotar, nadar”. ¿Cómo se les enseña a los más chiquitos? “Con los bebés, las indicaciones de lo que va a pasar en el agua son a través de mensajes táctiles y con señas. Vamos avanzando de a poco, respetando sus tiempos. Las primeras clases suelen ser de juego con el medio acuático y en él. Se trabaja con paciencia, amor y empatía”, dice Trellini. El objetivo es que aprendan a buscar la superficie y puedan tomar aire. No importa de qué forma caigan, van a lograr girar para quedar de espaldas al agua, saldrán a la superficie y flotarán. “Una vez que permanecen a flote, aprenden a recuperar el aire y a llamar la atención de los adultos diciendo alguna palabra (si es que ya hablan) o simplemente gritando”, explica la instructora y reconoce que, pese a que lleva años trabajando con este método, sigue festejando y emocionándose cuando un alumnito consigue el objetivo. “Sabemos que de eso puede depender la vida de esa criatura, así que es muy fuerte haber contribuido a que adquiera esa destreza”, confiesa. El curso es corto e intensivo: con los bebés, en promedio se necesitan entre cuatro y seis semanas, de lunes a viernes, en clases de solo diez minutos.
La dinámica es igual con el grupo de 1,5 a 6 años, pero el objetivo es darles las herramientas para que puedan salir del agua por sus propios medios, así que lleva de seis a ocho semanas. “Les enseñamos a nadar con la cabeza sumergida y reteniendo el aire, a girar en horizontal para flotar en la superficie y respirar, y a volver a sumergirse y hacer la patada que les permita avanzar. Además, los adiestramos para que presten atención a cuál es la escalera o el borde más cercano. Si estuvieran, por ejemplo, en un lago, usan la misma estrategia de nadar, flotar y nadar hacia una superficie de la que puedan asirse. De ese modo, llegarán hasta un borde y serán capaces de emerger por sus propios medios”, detalla Trellini y compara la adquisición de estas habilidades con el aprendizaje de andar en bicicleta: aunque pase el tiempo, hay una memoria corporal que se mantiene. Aun así, sugiere que tengan una clase de mantenimiento al mes, para que practiquen las secuencias a medida que las dimensiones de sus cuerpos crecen.
SABER AYUDAR
También es indispensable que al menos un adulto del grupo familiar esté capacitado para hacer reanimación cardiopulmonar (RCP). La Fundación Cardiológica Argentina dicta cursos, que se desarrollan en tres horas un único día, para estudiar y practicar las maniobras de resucitación y desobstrucción de la vía aérea tanto en lactantes como en niños. Si hay que reanimar a un bebé, el Ministerio de Salud sugiere colocar los dedos índice y medio en el centro del esternón, entre los pezones, sin presionar en el extremo del esternón, o tomarlo del pecho con ambas manos y presionar con los pulgares en el centro del esternón. Así se realizan 30 compresiones ininterrumpidas, dos insuflaciones de un segundo cada una, apenas soplando, y se repite el ciclo cinco veces. En casos de niños menores a 12 años, se aconseja realizar la compresión con la base de una mano: hacer descender el esternón como mínimo cinco centímetros en 30 compresiones, dos insuflaciones y repitiendo el ciclo cinco veces.
Posibilitarles a los niños la habilidad para valerse por sí mismos y que los adultos sepan las técnicas de resucitación resulta un combo de tranquilidad incomparable.
TIPS DE SEGURIDAD ACUÁTICA
• Si desaparece de vista un niño en un lugar con pileta o espejo de agua, lo primero que se debe hacer es revisar el fondo. Si estuviera sumergido, cada minuto es vital. Recién después de asegurarse de que no está allí, se puede buscar en los distintos ambientes.
• No es conveniente dejar juguetes alrededor de la pileta ni permitirles andar con rodados por esa área.
• Mejor mantener el nivel del agua en el máximo posible para que puedan agarrarse del borde externo y salir solos o llamar por ayuda.