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La vida color de rosa

Consejos básicos para el cultivo y el cuidado de los rosales, la planta de la que crecen las flores más románticas. Agosto: un momento propicio para podarlas o plantarlas.

La rosa es una flor que no necesita presentación: casi puede decirse que es la reina de las flores, la más vendida por los floristas y una de las únicas que tiene jardines exclusivamente compuestos por ella, los rosedales. Sin embargo, la rosa es también algo más que eso: es el brote de una planta (arbusto) llamada rosal, de la que las rosas florecen durante un largo período del año, por suerte. Eso sí: para que eso suceda debe ser plantada en el jardín en forma correcta y en el momento oportuno.

Básicamente los rosales se pueden conseguir, o mejor dicho comprar, en dos formatos distintos: con su raíz desnuda y limpia; o bien ya plantados y enraizados en un pan de tierra o terrón, que es como suelen venderlos los viveros. La diferencia no es menor, porque, según explica Susana Ferrer, prosecretaria de la Asociación Argentina de Rosicultura, de la segunda forma se lo puede plantar en cualquier momento del año, mientras que con la raíz desnuda solo se puede hacer durante todos los meses del invierno para esperar a que florezcan en primavera. (En cambio, la experta desaconseja plantar rosales con semilla porque “nunca hay seguridad de cómo fue polinizado ni qué aspecto va a tener cuando crezca”.) Lo ideal es plantar los rosales en espacios muy abiertos, donde la planta pueda recibir luz solar directa al menos cuatro horas al día. Por eso, no deben ubicarse debajo de árboles o arbustos, ni tampoco justo al lado de muros o construcciones vecinas, salvo los rosales trepadores. Además, el terreno debe tener buen drenaje, si es preciso cavando zanjas nuevas para mejorar su desagüe, y además ser muy fértil, algo que puede optimizarse con el aporte de un compost orgánico como el estiércol o humus de lombriz.

Cumplidas estas condiciones, para plantar los rosales primero hay que remover la tierra y luego cavar hoyos para cada planta con 30 centímetros de profundidad, cuidando de remover lo suficiente la tierra como para que el fondo no quede muy compactado. Si se trata de un rosal con raíces desnudas, prestar atención a que estas no se tuerzan sobre sí mismas, y luego rellenar con tierra. El terrón, en cambio, se debe colocar en un pozo a medida, también con su fondo blando. En ambos casos puede agregarse a la tierra un abono o compost que proporcione al suelo la mayor esponjosidad posible. Esto ayudará a que la planta crezca fuerte, y también las flores.

Hecho todo esto, se recomienda regar con mucha agua dos o tres veces por semana, según la época del año… ¡Y a disfrutar de las rosas!

EL RITUAL DE LA PODA 

Si se desea que los rosales crezcan sanos, se los debe podar todos los años en invierno y preferentemente en agosto, justo antes de la primavera. La poda consiste en cortar todas las hojas y ramas muertas, viejas, dañadas o muy débiles, hasta reducir su esqueleto a la mínima expresión: solo tres o cuatro ramas gruesas y fuertes de 10 o 15 centímetros de largo. El objetivo de la poda es ayudar a que a la planta le crezcan ramas nuevas, que producirán a su vez una buena floración, y asegurarse de que, despejada de ramaje residual, reciba todo el año el aire y la luz necesarios para su buena salud.

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