El nacimiento de un bebé entraña un gran cambio en la dinámica del hogar y en la del perro de la casa. Cómo prepararlo para que la llegada del nuevo integrante de la familia sea armoniosa.
Debe haber pocas experiencias más maravillosas y movilizadoras que tener un hijo. Además de una inmensa felicidad, su llegada genera una verdadera revolución en cuanto a horarios, rutinas y prioridades que impacta en todos los habitantes de la casa, incluidos los perros.
Seguramente su cotidianidad se verá afectada, ya sea porque deberán lidiar con nuevos sonidos y olores, porque el recién nacido requerirá toda la atención en desmedro de la que les dispensaban antes de su llegada.
Por esta razón es necesario ir preparándolos con anticipación para que, cuando se produzca el encuentro, este sea lo más apacible y satisfactorio posible, y constituya el puntapié inicial de un vínculo afectuoso que durará toda la vida.
Con el correr de los meses, el paisaje hogareño irá transformándose con los muebles y accesorios del bebé, y es preciso que el perro vaya familiarizándose con ellos, por lo que hay que permitirle ingresar al que será el cuarto del pequeñín para que olfatee e incorpore todo como algo más de su entorno. Si respeta los límites, se lo premiará con una caricia o una golosina; si no, se lo corregirá en forma calmada y amable.
La asistencia constante que demandará el recién nacido alterará horarios y rutinas; debido a esto habrá que ir acortando los momentos y tiempos de salidas y juegos cuanto antes. La idea es que no asocie la llegada del bebé con estos cambios y, por ende, sienta celos de él.
Además, como el llanto de una criatura puede asustarlo, hay que hacerle escuchar con anterioridad al nacimiento ese y otros sonidos infantiles. Lo mismo corre para los aromas: hay quienes aprovechan cuando el bebé está aún en el hospital para llevarle un pañal o una prenda suya a fin de que cuando lo vea por primera vez, reconozca ese olor.
LA HORA DE LA VERDAD
La presentación debe ser tranquila y relajada, y es recomendable que solo estén presentes los padres y el bebé. Lo natural será que el perrito quiera olfatearlo para investigar al nuevo miembro de su familia. Si lo hace delicadamente, se lo dejará –siempre bajo vigilancia–; y si se pone un poco intenso, se lo separará con suavidad o se le colocará la correa y se lo retirará sin que sea regañado.
Otro modo de organizar la presentación es no alimentar al pichicho durante todo el día y que alguien se encargue de llevarlo a dar un paseo largo, para que al momento del encuentro esté cansado y no reaccione desmedidamente. Al regresar se lo recibirá sin aspaviento y se le permitirá ver y oler al bebé unos segundos, tras lo cual se le pondrá cerca de este su plato con alimento para que coma. De esta manera, asociará al recién llegado con atención y comida, claves para ganar su corazón y lealtad para siempre.
CONSEJOS
• Antes del arribo del pequeño, es necesario llevar a la mascota al veterinario para que determine su estado de salud, la vacune y desparasite si hiciera falta, y resuelva cuestiones de orden estético, como por ejemplo, cortarle las uñas.
• Aunque el perro sea emocionalmente estable, nunca se lo debe dejar solo con el niño, ya que cualquier movimiento o sonido que este realice podría ser interpretado por el can como una advertencia o una invitación a jugar.
• Los juguetes no se comparten: si el perro toma uno que no es suyo, habrá que quitárselo sin reprenderlo y sustituirlo por otro de su propiedad.