¿Qué pasa cuando los padres demuestran abiertamente quién es el predilecto? Los especialistas aportan su mirada y pautas para actuar ante esta situación.
Es natural que aquellos padres que tienen más de un hijo se vinculen de manera diferente con cada uno, pero… ¿qué sucede cuando existe una predilección marcada hacia uno de ellos? El psicólogo Santiago Montiel (@santimontiel) sostiene que el favoritismo está directamente ligado a las expectativas de los padres: “La mirada desde este viejo paradigma implica que los hijos están para cumplir los deseos de los padres, algo que se aleja de una crianza respetuosa en la que los cuidadores se encuentran emocionalmente disponibles. Esto deforma la relación entre los padres y los hijos, ya que estos solo son reconocidos en la medida en la que cumplen con las expectativas de sus progenitores”. El especialista también aclara que todos los padres tienen expectativas puestas en sus hijos, pero que deben estar atentos para que la seguridad que los niños necesitan recibir por parte de sus cuidadores no esté dada a través de cumplir con los deseos de los padres.
Para el psicólogo Patricio Furman (@patriciofurman) es difícil definir y encasillar de forma contundente qué está bien y qué está mal: “La idea es pensar este tema desde un lugar más abordable: ¿ese chico está dando algún tipo de señal de que existen favoritismos en la familia y de que eso lo está afectando?”. El especialista sostiene que no se trata de encontrar indicadores que delatan conductas favoritistas por parte de los padres, sino de aprender a escuchar señales y síntomas de que algo está sucediendo. Y agrega: “Aunque pudiéramos hacer un listado de cosas que indicaran que un padre tiene preferencia por un hijo sobre otro, estas no tendrían sentido si los hijos no sintieran eso”.
Ambos especialistas entienden que las relaciones entre padres e hijos no son iguales. “A veces se presta más atención a uno que a otro, se comparten más temas o puede existir mayor identificación con uno; pero nada de eso indica favoritismo, y tratar a diferentes personas de la misma manera tampoco sería una expresión de igualdad”, aclara Furman. Para él es importante estar atentos a las señales recurrentes que detectamos tanto en nosotros como en nuestros hijos que nos indican que algo sucede.
LO QUE SIENTEN LOS HIJOS
Furman explica que podemos hablar de un síntoma o un problema en tanto y en cuanto el protagonista (en este caso el hijo) da señales de que algo lo está afectando. “Cuando un hijo siente que su hermano es el preferido, podemos caer en la trampa de pensar si será verdad. Pero eso no es lo que importa, sino que ese chico está dando señales de que algo lo está afectando. Si lo pensamos en términos de verdad, es muy fácil que el padre descarte el tema con una postura defensiva diciendo que trata a todos sus hijos por igual. Entonces hay que entender que es un hecho que se siente así. Después se verá con qué tiene que ver ese sentimiento. Pero es importante estar atentos a escucharlos y a no descartar lo que sienten. Si lo sienten, el sentimiento es real”, detalla. También es importante entender qué sucede con el hijo que se autopercibe como el favorito.
“Este niño encuentra la seguridad cumpliendo con las expectativas de los padres, y a la vez comienza a desarrollarse con un enorme desconocimiento sobre su propia identidad y sobre qué quiere, porque está absolutamente conectado con las necesidades de sus padres y lo que a ellos los hace felices”, asegura Montiel. Para el psicólogo esto es un gran problema, porque el niño se desconecta de sus necesidades y se la pasa pendiente de los demás. Así, estas personas son las que se ocupan de que los padres estén tranquilos, de que no se enojen y hasta cuidan a sus hermanos. Son sobreadaptados, se portan bien, no molestan y siempre ceden para complacer a los otros: a sus padres, sus educadores, sus parejas y sus jefes. “La otra cara de la misma moneda es el no favorito. Estas personas se sienten poco suficientes, que no dan la talla de lo que se espera”, explica Montiel. Consideran que no son buenos padres, amigos, hijos, estudiantes y la lista sigue. “Es un niño que no es mirado, entonces cree que hay algo en él que no funciona bien, que está fallando”, agrega el especialista.
La manera en la que los padres deben enfrentar esta situación requiere amor y compromiso. “La idea no es volverse paranoico ante cualquier señal de algo que pudiera pasar, sino sencillamente no mirar para otro lado cuando algo está haciendo ruido en los hijos, en la relación con sus hermanos o con sus padres”, concluye Furman.
Para Montiel la solución pasa por una crianza respetuosa en la que exista una conexión emocional y una mirada atenta a las necesidades del niño. “Debemos transmitirles seguridad y calma a nuestros hijos para que puedan manejarse en el mundo y se conozcan a sí mismos”, dice, y agrega que esto se logra al conectar con sus emociones y sus miedos. Que los padres sean una base segura les permite desarrollarse libremente a lo largo de toda su vida. “Es importante descubrir la belleza y la singularidad de cada uno, con sus matices, con sus texturas y diferencias. Aprender a maravillarnos y valorarlos más allá de nuestras limitaciones. La incondicionalidad implica la aceptación de que ellos son ellos, y de que nosotros debemos ofrecerles los recursos para que desplieguen su esencia más genuina en esta vida”, resume Montiel.
LOS HERMANOS SEAN UNIDOS
En su libro Hermanos, vínculos que dejan huella, la psicóloga Fanny Berger explica que el vínculo fraterno está muy influenciado por el vínculo padre-hijo. La especialista señala que el trato padre e hijo es vertical, a diferencia de la relación entre hermanos, que es horizontal. Aunque los hermanos compartan los padres, jamás van a tener el mismo vínculo con ellos ni las mismas vivencias o interpretaciones sobre su realidad familiar. Berger sostiene que los hermanos se comparan entre sí por la relación que cada uno ha tenido con sus padres. Esto quiere decir que los hijos observan cómo los adultos se vinculan con sus otros hijos: si les responden amorosamente o con fastidio, por ejemplo. De ahí la importancia de que los padres analicen qué les sucede en cada una de sus maneras de vincularse con los hijos y qué circuitos emocionales se encienden.