Noviembre es ideal para cultivar girasoles y otras especies que llegarán a su máximo esplendor en los meses más cálidos. Opciones a medida de cada jardín.
Con la primavera a pleno, noviembre es un buen momento para –además de disfrutar las flores ya bien crecidas– empezar a sembrar las especies propias del verano.
Por ejemplo, animarse al girasol, planta nativa de América Latina que en los meses más cálidos abre su flor inconfundible que siempre gira mirando al sol. Es bueno saber que viene en una gran variedad de tamaños, y que las más bajas, de 50 centímetros, son aptas para ser cultivadas en un jardín urbano. Eso sí, para que crezcan bien sus semillas deben sembrarse a 2,5 centímetros de profundidad y a 15 centímetros de distancia entre sí, siempre en ubicaciones que aseguren entre seis a ocho horas diarias de luz solar directa. A su vez, la tierra debe tener un buen drenaje y retención de nutrientes, y después de la siembra se lo debe regar en forma abundante. Luego, alcanza con mantener el suelo húmedo.
También es muy recomendable la pequeñísima reina Margarita o áster de China, oriunda del Lejano Oriente, de unos 20 centímetros de altura y con flores abundantes que se destacan por sus pétalos ovalados de color rosa, blanco, azul, lila u otros. Curiosamente, esta flor se comporta igual que el girasol en lo que hace a luz solar, sustrato y riego.
Otra flor para la época de los calores es la gerbera o margarita del Transvaal, originaria del sur de África, una planta con la capacidad de dar muy buenas flores durante tres años, en especial bajo las temperaturas habituales del verano argentino. Su flor se caracteriza por sus pétalos alargados y muy abundantes, desplegados en forma radial alrededor del núcleo y de colores rosa, fucsia, rojo, blanco y otros. Noviembre es un momento ideal para plantarlas y crecen mejor en un sustrato profundo y blando.
Para quienes busquen sutileza y elegancia, una gran opción es la lobelia, planta de baja altura (30 centímetros máximo) también proveniente de África, que puede crecer casi en cualquier lugar, tanto a pleno sol como a la sombra. Su flor es pequeña y parecida a un trébol, aunque sus colores son el azul y el violeta. Tiene una floración tan abundante que prácticamente despliega una vistosa alfombra de color casi al ras del suelo. Y a pesar de su apariencia frágil, suele durar hasta el otoño.
Por último, la coreopsis, nativa del sur árido de los Estados Unidos, es una planta de entre 60 y 90 centímetros de altura que se distingue por sus flores de un color amarillo muy vivo, parecido al de las margaritas, pero sobre todo por su resistencia al clima cálido e incluso a las sequías. De hecho, suele florecer mejor a pleno sol que a la sombra.
UNA PLANTA MEDICINAL
Un cultivo muy recomendable en plena primavera es la salvia (Salvia officinalis), un arbusto con flores pequeñas de color lila y hojas verdes alargadas y puntiagudas. Justamente sus hojas, aunque son reconocidas en general como condimento para las comidas, poseen además una gran cantidad de aplicaciones benignas para la salud. Son útiles para combatir males tan variados como la mala digestión, las gripes y dificultades en la respiración en general, el insomnio y los dolores menstruales. También es un potente antiinflamatorio e incluso es útil para regular el azúcar en sangre, entre otras virtudes.