Las claves de una planta noble que resiste climas duros y requiere pocos cuidados. Consejos para su ubicación, riego y trasplante.
Existen numerosos motivos para tener en casa uno o varios cactus, estas plantas escultóricas y pinchudas de tamaños y formas variadas, aptas para interiores o exteriores, y resistentes al viento y la lluvia. Además, requieren muy pocos cuidados, al menos en comparación con otras plantas: “Se cuidan solos” es un comentario habitual entre los jardineros. Como si fuera poco, no ensucian ni es necesario quitarles hojas secas o podarlos.
Pero, quizás, su característica más apreciada es que casi no hace falta regarlos. De hecho, no es necesario hacerlo en casi todo el invierno y buena parte del otoño, salvo que estén en un ambiente interior con calefacción. A su vez, en las épocas más cálidas alcanza con regar una vez por semana o cada 15 días, de acuerdo con el clima. Por lo pronto, la única regla cierta consiste en hacerlo cuando se advierta que el sustrato está seco.
El motivo por el cual los cactus necesitan tan poco riego en comparación con otras plantas es que tienen la capacidad de almacenar mucha agua para su propio consumo, y lo hacen precisamente en el interior de sus temidas espinas. Ocurre que estas son en realidad hojas que a lo largo de la evolución de la especie perdieron su capacidad de transpirar y expulsar el sudor a través de la evaporación, y por eso pueden regular y reducir la pérdida de líquido de la planta.
Este es, además, el motivo por el cual los cactus son tan resistentes a los climas áridos del desierto o la montaña, y esto explica también por qué no es necesario ocuparse tanto de ellos cuando se encuentran en un hábitat más amigable.
Pero, además de su resistencia, las cactáceas –tal su nombre científico– se caracterizan sobre todo por su aspecto atractivo y su fuerte personalidad visual. Esto vale para los tres tipos más preciados: el columnar (de “columna”), con uno o varios tallos cilíndricos esbeltos y erguidos; el cladodio, cuyos tallos tienen forma de paletas; y el globoso, de volumen esférico.
La mejor forma de mantenerlos y que crezcan bien, ya sea en el jardín o en una maceta, es plantarlos en un sustrato adecuado que combine un tercio de tierra de jardín, otro tercio de arena gruesa (que favorece el drenaje del agua de riego) y el resto de turba y hojas secas. También es aconsejable agregar carbón vegetal para evitar que surjan hongos y colocar gravilla en la superficie para aislar al sustrato de la humedad ambiente.
LA TÉCNICA DEL TRASPLANTE
El cactus debe ser trasplantado en general cuando crece y la maceta le queda chica. Para eso, hay que empezar por aflojar la tierra, extraerlo con cuidado, limpiarlo bien y quitar las raíces en mal estado con una tijera de podar. Luego se lo debe colocar en el centro de un nuevo sustrato.
Otra opción es trasplantar solo un gajo en lugar del cactus entero. Para esto, primero se debe extraer el brote tirando de él suavemente con la mano y luego plantarlo. Aunque suene obvio, vale aclarar que todo esto se debe hacer con guantes de jardinero para evitar los pinchazos.
Con estos cuidados, se garantiza la robustez y la belleza de estas plantas que –como es fácil de corroborar– jamás pasan inadvertidas.