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Aprender ciencia haciendo ciencia

Científicos y pedagogos coinciden en que la mejor manera de enseñar ciencia es fomentando la curiosidad y explorando en fenómenos de la vida cotidiana. Con elementos sencillos y sin necesidad de contar con un laboratorio, sembrar la semilla del pensamiento científico.

FOTO AFP

Para que los chicos puedan entender la ciencia, primero tienen que experimentarla y, después, conocer la teoría científica. Si no disfrutan y ven la ciencia desde lo fantástico, no le van a encontrar el gusto. Lo primero es jugar con la ciencia, divertirse, y luego conocer las fórmulas, como una consecuencia”. Así explica el divulgador científico Marcelo Toledo, conocido en las escuelas de Córdoba como el “profesor Toleinstein” (Toledo-Einstein), de qué manera acercar la ciencia a los niños.

La comunidad científica coincide en que la mejor estrategia de enseñanza es ponerse en los zapatos de los investigadores. “La única forma de aprender ciencia es haciendo ciencia”, resume Diego Golombek, doctor en Ciencias Biológicas y divulgador científico en el portal educativo Las 400 clases.

Con igual premisa, y desde hace 25 años, el programa de educación científico “Las manos en la masa” –fundado por el premio Nobel de Física Georges Charpak en Francia– involucra a una red mundial de científicos y pedagogos con la idea de revitalizar la enseñanza de la ciencia y la tecnología en la escuela.

El proyecto, avalado por décadas de investigaciones didácticas, se basa en la exploración de fenómenos de la vida cotidiana, con materiales sencillos y sin necesidad de contar con un laboratorio. El objetivo es la apropiación progresiva de los conceptos y modos de pensamiento científico, racional e hipotético. 

En Ciencias Naturales, el enfoque por indagación implica poner al alumno en un rol de investigador, que se haga preguntas, que observe un fenómeno del mundo real, que argumente, razone y saque sus propias conclusiones. 

“Cuando hacemos ciencia, las interpretaciones científicas también son interpretaciones sociales. Los científicos discuten, y eso también tiene que estar presente en la clase de ciencia”, apunta Golombek.

Pese al consenso sobre el éxito de los métodos de enseñanza con esta mirada, en la Argentina persisten estrategias tradicionales que dificultan el aprendizaje. Según las pruebas de evaluación nacionales Aprender (2019), el 25,2 por ciento de los estudiantes de todo el país presentan un desempeño básico o por debajo del básico en Ciencias Naturales.

MIRADA CURIOSA 

Melina Furman, bióloga, doctora en Educación e investigadora del Conicet, sostiene que la enseñanza de las ciencias se debe pensar de manera coherente desde el nivel inicial hasta el secundario. Imaginar y planificar.

“Hay que formar desde muy chiquitos una mirada curiosa, preguntona, con ganas de saber del mundo, exploradora, que al mismo tiempo vaya desarrollando las herramientas del pensamiento crítico, de la capacidad de darnos cuenta si lo que nos dicen tiene evidencia detrás o no, cómo hacer un experimento válido, cómo analizar problemas complejos de la realidad”, enumera. La idea es sembrar la semilla del pensamiento científico para que los niños tengan una visión inquieta y rigurosa del mundo que les permita tomar decisiones. 

“Lo científico aporta una mirada más integral del conocimiento. Podemos usar el conocimiento científico para tomar postura, argumentar, discutirles a los expertos, para estar mejor preparados como ciudadanos”, apunta Furman al referirse a la posibilidad de pensar sobre la base de evidencias.

¿Cómo hacerlo? La clave es que los estudiantes tengan un rol protagónico en la construcción de ideas, en la realización de experiencias, en la discusión de los datos que recogen; que sean capaces de analizar casos y situaciones de la vida cotidiana a partir del pensamiento científico.

“En ciencia se aprende de manera activa. Las investigaciones en el país nos muestran una enseñanza con un rol muy pasivo de estudiantes, que no terminan de entender del todo; lo que se llama ῾conocimiento inerte’, ese que queda en el arcón de la memoria y no podemos usar. Hay mucho que cambiar desde la didáctica de cómo abordar la ciencia”, asegura Furman.

Desde el enfoque de aprendizaje activo, el contenido debe tener relación con la realidad. “Eso implica que los docentes tengamos que contextualizar lo que enseñamos, vincular los contenidos con problemas y situaciones de la vida real, tanto en cómo lo formulamos como en casos”, sostiene Furman.  

Los investigadores advierten que formular una pregunta científica es casi más importante que obtener una respuesta, y que en la clase de ciencias el “no sé” abre puertas a más preguntas y a nuevas respuestas. 

“La naturaleza nos ofrece hechos, pero la interpretación de esos hechos se construye. ¿Por qué no hacer un congreso en el aula después de realizar un experimento, por qué no discutir las interpretaciones sobre esos datos? Construyamos el conocimiento. Además de aprender ciencia, podemos divertirnos, porque interpretar es absolutamente placentero”, concluye Golombek en Las 400 clases.  

SIMULADORES

Melina Furman explica que los simuladores son herramientas tecnológicas motivadoras e interesantes para la enseñanza de las ciencias, que permiten acercarse a la respuesta de “qué pasaría si”. Los PhET de física y química de la Universidad de Colorado (Estados Unidos), en línea y gratuitos, permiten recrear el laboratorio en casa y observar diversos fenómenos: cómo se disuelven las cosas en distintos solutos, cambiar la temperatura y manipular otras variables para recrear, explorar y ver cómo cambian los resultados. 

También es posible mezclar colores, ver qué sucede en un circuito eléctrico cuando se utilizan distintos materiales (¿todos conducen la energía?) o simular la evolución biológica y ser testigos de lo que ocurre cuando en un ecosistema cambia el número de presas o de depredadores.

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