Con una mayor conciencia del impacto ambiental de perros y gatos abandonados, se multiplican los refugios y la atención se centra ahora en el adoptante.
Por Denise Destéfano
El espíritu de adoptar un animal debería ser adoptar un amigo”, dice a Convivimos Alicia Barreto, veterinaria y fundadora de la Asociación Protectora de Animales (Aprani), aunque los miles de perros y gatos desatendidos en las calles de ciudades y pueblos de nuestro país parecen contradecir este principio.
Todavía no hay estudios que puedan precisar de qué números estamos hablando en tiempos de pandemia. Pero según un informe realizado en 2018 por el Colegio de Veterinarios de la Provincia de Buenos Aires, hay alrededor de seis millones de perros y gatos que viven en la calle solamente en ese distrito.
Otro informe de ese año de la Defensoría de la Provincia de Buenos Aires califica a la situación como “de emergencia”. Indica que el 70,7 por ciento de los bonaerenses reconoce la existencia de animales en la calle de su cuadra, mientras que el 87,6 por ciento los vio en el barrio o en su localidad. Además, la mitad de los encuestados aseguró que son ellos quienes se hacen cargo de atenderlos, el 26,1 por ciento mencionó que esta tarea la llevan a cabo las asociaciones protectoras y solo el 1,2 por ciento el municipio, mientras que el 22,6 por ciento dijo que nadie se ocupa.
Son varias las organizaciones que denuncian esta realidad. Entre ellas, ONGs en Red, que agrupa municipios, profesionales y entidades que trabajan en políticas públicas para un control ético de la reproducción de perros y gatos, asegura que la sobrepoblación de estos animales no se circunscribe a un distrito, sino que se da en todo el país.
“El que haya tantos animales en la calle, que tienen sarna o parásitos, o muerden, afecta a la población humana. Afecta a los chicos, a la gente grande que vive hacinada con los animales y se contagia. O sea: es todo un problema sanitario que no se termina. Y no está resuelto”, evalúa Barreto.
La Ley 14.346, que fue sancionada en 1954, protege a los animales del maltrato y de actos de crueldad de los que pudieran ser víctimas. Desde su puesta en vigencia, la visión de la sociedad sobre los animales cambió y sigue cambiando, y el impacto ambiental de la situación empieza a adquirir cada vez más relevancia.
“Hoy en día hay cosas que no se toleran, que hace 50 años se toleraban. Hoy cuando se maltrata a un animal hay un montón de gente que protesta y que actúa, algo que antes no pasaba. Hay gente que ha ido a la cárcel”, sostiene Barreto. “Yo siento que acá hay un cambio. Lo que pasa es que es un cambio muy gradual y va a llevar muchos años”, agrega.
TRATO ESPECIAL
Y del abandono pasamos al trato especial y el amor que los miles de refugios les dan a las mascotas rescatadas. Aprani es uno de ellos. Funciona desde 2006 en un predio de 2,5 hectáreas en Francisco Álvarez, provincia de Buenos Aires, y aloja con mucho esfuerzo a unos 110 perros, 40 gatos, tres chanchas, dos caballos, más de veinte gallinas y conejos, y una tortuga, casi todos rescatados de la calle.
“Yo siento que acá hay un cambio. Lo que pasa es que es un cambio muy gradual”.
Alicia Barreto
“En un momento pensamos que podíamos sostenernos con un pensionado o geriátrico, y empezaron a aparecer perros que tenían familias o personas que se hacían cargo y pagaban una mensualidad. Pero eso no resultó. Después de uno o dos años estas personas dejaban de pagar, se olvidaban de los animales y estos quedaban en el refugio”, relata Barreto.
Muchos de los alojados son viejos, con problemas de salud, que requieren especialistas, y los estudios que estos ordenan –como ecografías, cirugías, resonancias– son costosos y se pagan con recursos propios de su familia y donaciones a través de sus redes (@apranii). En Aprani los animales reciben, además de los cuidados médicos, terapias alternativas: acupuntura, fisioterapia, ultrasonido, masajes, magneto y hasta tienen un jacuzzi para hidroterapia.
Esa misma atención es la que se le da al proceso de elección de adoptantes, quienes deben llenar un formulario y contar detalladamente cómo planean cuidar del animal. Este proceso se repite en muchos refugios del país, donde ponen cada vez más atención al destino de sus animales para certificar una tenencia responsable.
Algunos requisitos necesarios para adoptar a un animal:
1. Domésticos. Hay animales exóticos que pueden ser atractivos, pero no son aptos para tener en una casa. Conviene verificar que el que uno desea adoptar esté permitido. No lo están tortugas, tucanes, lechuzas y monos, por ejemplo.
2. Espacio. Si se vive en un departamento, el animal debe ser chico. En caso de tener un gato, las ventanas y medianeras deben estar protegidas. El hogar debe contar con suficiente espacio para que la mascota pueda correr y jugar.
3. Solvencia económica. Para hacerse cargo de un animal hay que poder costear las visitas regulares al veterinario, las vacunas y todos los otros gastos que pueden aparecer en caso de que el animal se enferme, además del alimento.
4. Presencia. No es recomendable adoptar un animal si se trabaja todo el día fuera del hogar. Los perros necesitan salir, por lo que si la persona no va a estar mucho tiempo en casa tiene que asegurarse de tener un paseador, a menos que disponga de un jardín amplio donde el animal pueda estar.
5. Visitas. Algunos refugios organizan visitas periódicas al poco tiempo de dar al animal en adopción para garantizar el compromiso asumido.
6. Vacaciones. Es útil contar con un plan para cuando lleguen las vacaciones: ir a lugares que acepten mascotas, tener amigos o familiares con quien dejar al animal o bien llevarlo a una pensión que pueda hacerse cargo de él cuando uno no esté.
7. Buen trato. El animal tiene derecho a ser bien cuidado, alimentado y atendido en sus necesidades. No debe estar atado ni ser adquirido con un fin en particular, como el de guardia.