Tras un año de obligaciones, horarios y responsabilidades, llegan el ansiado descanso y la necesidad de disfrutar con los chicos, pero también de tener espacios personales y de pareja.
Por Alba Palavecino
Las vacaciones representan el esperado parate después de un año cargado de quehaceres, compromisos ineludibles y estrés, por lo que suele resultar una época de muchas expectativas e intenciones de fortalecer los vínculos, que induce a soñar con el lugar ideal para divertirse con los chicos, disfrutar de la pareja y tener espacios propios para relajarse.
Esto, como explica la licenciada Rosalía Álvarez, psicoanalista y directora del Departamento de Familias y Parejas de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), a veces choca con los intereses y pretensiones de los demás integrantes de la familia: “No es fácil programar vacaciones en familia y pasarla bien todos; hay familias que se olvidan que la pareja es su base de constitución y otras que los chicos necesitan cosas de chicos y entonces arman programas vacacionales que son aburridos para ellos. Debemos tener presente que cada uno posee diferentes deseos y necesidades, es decir que aunque existan las ganas de compartir y divertirnos todos, es una hipocresía pensar que si, por ejemplo, no se tiene intimidad con la pareja o no se dispone de un rato para una charla de adultos, los grandes la están pasando bomba”.
La doctora Laura Orsi, médica psicoanalista, miembro titular de APA y Full Member de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA), coincide: “Con los hijos a veces es complejo poder mediar entre las necesidades propias y las de ellos; además a veces uno espera de las vacaciones y de los viajes el gran cambio que no siempre sucede, sin darse cuenta de que eso es un fenómeno interno más que externo”.
Durante esos días de convivencia full time es posible que –amén de esas buenas e inolvidables postales que perdurarán en la memoria a lo largo de la vida– aparezcan o se potencien los conflictos y las diferencias que acontecieron en el día a día y que quedaron ocultos debido al contacto reducido por las horas de trabajo, de escuela, etcétera.
“Es importante establecer algunos acuerdos antes de partir, para evitar expectativas distintas y eventualmente frustrarse si no se cumplen”.
Laura Orsi
“En las vacaciones a veces es complicado conciliar los tiempos de todos; se necesitan flexibilidad, tolerancia y respeto por el otro, ya que son una buena oportunidad para el encuentro de la familia y de la pareja, inclusive de uno mismo. Aunque también –advierte Orsi– si estamos todo el tiempo juntos, existe el temor de que aparezcan todas las diferencias, los desencuentros y los conflictos que dejamos debajo de la alfombra durante el año”.
Sobre esto último, la licenciada Álvarez expresa: “Yo no esperaría una vacación positiva y armónica si venimos de una historia o de una realidad en el año complicada. Una vacación no es magia. Quizá salga todo bien, pero en general la forma en que se transitan las vacaciones es el resultado de una construcción, de un trabajo que viene de lejos”.
JUNTOS Y SEPARADOS
Pasar tiempo todos juntos, compartiendo y creando momentos familiares únicos e imborrables es sin dudas uno de los aspectos más positivos de las vacaciones, pero no menos importante es la necesidad de disponer de espacios individuales y para la pareja. No obstante, ello también depende de la manera en que cada familia se relaciona durante los doce meses del año: “En las vacaciones –sostiene Álvarez– no debería pasar algo distinto de lo que ocurre en la vida diaria, porque los valores dominantes en esa familia siguen coexistiendo: algunas viven para los hijos, por lo que la pareja queda en el olvido, y otras tienen muy claro que la pareja es una parte de ellas, igual que los hijos, y que requiere su espacio y su aire para seguir existiendo como tal”.
Un problema frecuente es que cuando se tienen hijos –sobre todo pequeños– la pareja tiende a dedicarse por entero a ellos, desatendiendo la relación (y volviendo a casa agotados), lo que a la larga puede afectar el vínculo.
Por este motivo, Orsi destaca que “es importante poder encontrar momentos para disfrutar de a dos, dialogar y tener intimidad, y aunque no siempre es fácil cuando los hijos son chicos, no se debe perder la oportunidad de establecer espacios y de ser compinches; se precisa mucha creatividad para lograrlo”.
DISFRUTE PARA TODOS
Como ya se ha visto, al planificar las vacaciones se deben considerar cuestiones que tienen que ver con el respeto por los deseos de los demás integrantes del grupo familiar, la edad de los hijos, cómo se relaciona la familia durante todo el año y una gran flexibilidad que permita armar el rompecabezas de anhelos y necesidades individuales y colectivas que a veces no resulta sencillo de montar.
Álvarez lo sintetiza muy bien: “Los chicos necesitan su espacio, pero también sus vacaciones para disfrutar de su papá y su mamá, que por ahí trabajan toda la semana y que en esta época están relajados y tienen todo el tiempo. Por su parte, la pareja se fortalece en su intercambio con los hijos cuando no se está trabajando ni con horarios, pero también precisa intimidad, tiempo de charla de adultos. Yo siempre brego por un espacio de familia y un espacio de pareja en el que los chicos sepan que los papás también precisan estar solos un rato. Entonces –agrega– vamos a disfrutar, pero teniendo en claro que no nos someteremos los unos a los otros ni terminaremos distanciados porque no entendimos que papá necesita por ejemplo salir a correr a la mañana o mamá a encontrarse con una amiga”.