Desde pequeño, Néstor Garnica quiso ser una figura de la escena folklórica nacional y no perdió el tiempo. Como niño cantor, participó del programa de Sixto Palavecino, y al lado del maestro conoció el violín. El día que su papá le regaló uno, para sorpresa de todos, ya le sacaba sonidos.
Se formó en Alemania, incursionó en diferentes géneros y formaciones, pero su corazón no se alejó de la música de raíz. “Me siento un violinero, como se referían nuestros maestros a quienes tocaban, pero no habían estudiado. La diferencia se nota en la manera de tocar, porque hay algo que no se enseña en el conservatorio, sino a través de la transmisión oral. Sacás tus conclusiones y construís tu estilo”. Al santiagueño lo distingue una entrega escénica que le valió el apodo de “violinero del Apocalipsis”.
Cultivó la paciencia para madurar musicalmente y abrirse a los escenarios con una propuesta instrumental apoyada en un buen repertorio y una sólida ejecución del violín. “Para encarar una carrera solista hay que estar muy bien psicológica, física e instrumentalmente”, asegura.
“Sigo el camino que otros trashumantes han trazado”, confiesa, y también deja su huella animándose a la fusión de música clásica con los ritmos tradicionales argentinos. “La música no tiene límites, es uno quien los pone. Mejor preguntarse ‘¿Y por qué no hacerlo?ʹ. Mientras puedas, es parte del crecimiento como instrumentista”.
¿Un artista que recomiendes en vivo?
Arturo Sandoval, un trompetista cubano.
Festival Nacional de Folklore de Cosquín
Néstor Garnica encabeza la octava luna, compartiendo la noche con el Dúo Coplanacu y Raúl Barboza, entre otros.
Sábado 1 de febrero, en Plaza Próspero Molina, Ruta 38, km 760, Cosquín, Córdoba.