La devoción por el cura Brochero les cambia la cara a las sierras cordobesas. Retratos de primavera en el Camino del Peregrino de las Altas Cumbres.
Texto y fotos Cristina Aizpeolea
Y ustedes, por qué están acá? —les pregunto a cinco feligreses.
—Vengo porque no tengo trabajo y el curita siempre cumple.
—Porque la operación de mi hermano salió bien.
—Porque mi mamá amaba la montaña y ya no está.
—Vengo para no olvidarme de lo bueno y lo malo de este año.
—Vengo porque me hace bien.
La misma montaña de piedra que hace más de cien años veía pasar a lomo de mula a un infatigable cura gaucho ahora recibe a miles de peregrinos que invocan su nombre. Hay selfis, abrazos eufóricos. Promedia el mes de septiembre, y José Gabriel Brochero, cordobés, el primer santo argentino, escribe un nuevo capítulo de religiosidad popular en las Altas Cumbres. En 2013, la ceremonia de su beatificación había reunido en un predio al aire libre a más de 160 mil personas.
El Camino del Peregrino tiene 28 kilómetros y conecta Giulio Cesare con Villa Cura Brochero. Son al menos seis horas de marcha. La salida es bastante rápida y enseguida la fila india se interna en el paisaje. De lejos, parecen hormiguitas de colores.
La gente viene a pedir, a agradecer, a reflexionar en soledad, a cumplir una promesa, a encontrarse o, simplemente, a disfrutar de una naturaleza sublime en una jornada que sigue fresca. El cielo no puede estar más azul.
Rodeada de fieles que rezan el rosario a coro con el altoparlante, una camioneta blanca encabeza la manifestación con la imagen del santo. La escultura es de tamaño natural, lleva sombrero y los hombros cubiertos con un poncho marrón. La prenda se vende como pan caliente en los negocios del pueblo, hoy más temático que nunca. Se ofrecen remeras, manteles, tazas, bolsos, cuadritos, todo con la estampa del cura gaucho.
Brochero tenía 29 años cuando llegó como párroco a San Alberto, en 1869, una zona inhóspita y pobre donde solo sobraban necesidades. Faltaban escuelas, caminos y oportunidades, y se quedó a poner el cuerpo y el espíritu. A trabajar y contagiar con el ejemplo, que todavía perdura. Murió a los 74 años, ciego y enfermo de lepra.
La zona fue habitada por comechingones. Un pórtico de piedra evoca a los primeros habitantes.
Dulce manjar para saborear frente a la plaza de Villa Cura Brochero, con mantel temático.
Que nadie vuelva a casa sin su recuerdito.
Aproximadamente seis horas se necesitan para recorrer los 28 kilómetros del Camino del Peregrino.
Apacheta de cordones y telas.
CRISTINA AIZPEOLEA
Licenciada en Comunicación Social, desarrolló su carrera como periodista en La Voz del Interior, donde coordinó distintas secciones. Columnista de radio, cronista de viajes, diplomada en turismo religioso; colabora en medios nacionales y del exterior. Web: www.vivadeviaje.com.ar