Casi siete de cada diez jóvenes en la Argentina creen que es necesaria la igualdad de género, mientras que solo cuatro de cada diez piensan lo mismo entre quienes tienen más de 65 años. El estudio fue realizado en enero pasado y también muestra que el núcleo de la resistencia al cambio sigue estando entre los varones.
Ilustraciones Pini Arpino
No ha sido sencillo. Los avances no son constantes. La agenda, la coyuntura, la cultura y las ideas tienen mucho que ver. Y a esta altura ya se puede afirmar que “la revolución feminista” que irrumpió en la Argentina con la primera marcha del #NiUnaMenos todavía tiene largo camino por recorrer.
Algo de esto se desprende de la última encuesta elaborada por la Consultora Zuban Córdoba y Asociados, que da cuenta de que si bien la demanda de igualdad de género sigue manteniendo un consenso mayoritario entre la sociedad argentina, mermó con respecto a lo que la misma encuesta registraba en su anterior edición.
Dentro de ese contexto, el trabajo de opinión pública registra un dato diferenciador: que el convencimiento en favor de la igualdad de género es mayor entre los jóvenes (hombres y mujeres) de 16 a 30 años, con un 65,2 por ciento de apoyo (11 por ciento por encima de la media general).
El concepto de igualdad de género incluye una extensa serie de temas y áreas, que van desde la distribución de las responsabilidades de crianza de los hijos y las tareas en el hogar hasta la representación política, pasando por la violencia de género, la cantidad de mujeres en puestos de dirección de las empresas, los abusos de poder o el acceso a servicios de salud y educación.
En la encuesta, tanto en diciembre de 2018 como en enero de 2020, se les preguntó a 1800 argentinos de toda la geografía nacional “¿Cuál de las siguientes afirmaciones se aproxima más a su forma de pensar sobre la igualdad de género?”. Y se proponían tres opciones.
La más elegida fue “Es necesaria, porque equilibra la vida personal, familiar y social”, marcada por el 54,7 por ciento de los encuestados. En 2018, esa misma respuesta había sido escogida por el 64,9 por ciento, es decir, 10 por ciento por encima de lo registrado en enero último.
A la recíproca, la opción “Ya no es necesaria, hay igualdad de género” ganó más adeptos en 2020, con un 22,7 por ciento de los casos, contra un 14 por ciento registrado en 2018. Algo similar sucedió con la variante “Es innecesaria, provoca desequilibrio en la familia y en la sociedad”, que ahora alcanzó 13,8 por ciento contra 12,3 de 2018. Sumadas, estas dos consideraciones reúnen el 36,5 por ciento. Un bloque compacto y mayor al de 2018, cuando juntaba un 26,3 por ciento.
El trabajo muestra que el núcleo de la resistencia a la igualdad de género sigue estando en los varones: el 17,1 por ciento de los hombres considera que “es innecesaria, provoca desequilibrios en la familia y en la sociedad”. Cuando se le adiciona la elección “Ya no es necesaria, hay igualdad de género”, apoyada por 23,1 por ciento, ambos grupos reúnen 40,2 por ciento. El número de indecisos es más bajo que entre las mujeres: 6,7 versus 10,6 por ciento.
En cambio, los que están a favor de la igualdad tienen una distribución más pareja entre sexos: 55,2 por ciento de las mujeres; 53,1 por ciento de los hombres; y 100 por ciento de las restantes elecciones sexuales. Aquí surge que las mujeres están por encima de la media (55,2 contra 54,7 por ciento) y los varones por debajo (53,1 contra 54,7 por ciento).
Sin embargo, al medir por edades, la igualdad de género prima con claridad en los menores 45 años y pierde fuerza a medida que crece la edad de los consultados.
Así, el grupo donde la igualdad es más fuerte es el que tiene entre 16 y 30 años, con un 65,2 por ciento (11 puntos porcentuales –pp.– encima de la media). Lo mismo sucede con el que tiene entre 31 y 45 años, donde el 56,6 por ciento (casi 2 pp. por arriba del promedio) se expresa a favor de esta preferencia.
La encuesta presenta algunas sorpresas: entre los que tienen estudios universitarios se registra el mayor apoyo a la opción “(La igualdad de género) es innecesaria, provoca desequilibrios en la familia y la sociedad”, 18,1 por ciento contra 13,8 (nivel medio) y 11,3 (nivel primario).
La región más favorable a la igualdad es el norte argentino, con 58,8 por ciento. En el otro extremo están los habitantes de la región central, donde se ubican la CABA, Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe, entre otras provincias.
¿Qué se puede leer de este fenómeno? ¿Que el feminismo pierde fuerza? ¿Que el consenso sobre la temática ya no es tan abrumador como lo fue dos años atrás? ¿Que realmente no es un tema tan importante? ¿O que es verdad que se han logrado avances y efectivamente ya no es tan necesaria?
No hay una respuesta única. “Es un tema que se va imponiendo, dependiendo de la agenda. Las mediciones hacen un movimiento de zigzag, marcando ciclos en los que la demanda de paridad tiene un empuje muy importante y en otros momentos pierde algo de este vigor”, explica Paola Zuban, directora de la encuestadora que realizó este trabajo. “Es un tema que va permeando en la agenda social, por lo cual si bien se observan picos y bajas, también se va marcando una curva constante que avanza siempre en dirección ascendente”, asegura la politóloga.
CONGRESO PARITARIO
Probablemente donde se han dado avances más tangibles sea en la representación parlamentaria en el Congreso. El punto de arranque hacia la paridad de género podría situarse en la aprobación de la Ley 24.012 de cupo femenino, en 1991. Discutida y resistida en su momento, sin dudas marcó un quiebre en la apertura de espacios de representación femenina dentro del Parlamento.
Aquella ley establecía un piso de 30 por ciento de mujeres en las listas legislativas, algo que comenzó a marcar un nuevo rumbo. “A los hombres les digo que no se preocupen: cuando llegue el día, les vamos a respetar el cupo”. La frase de Florentina Gómez Miranda, diputada radical, feminista y militante, además de cargar con una fina ironía resultó casi premonitoria.
Durante la última década se han registrado oscilaciones en la participación femenina en ambas Cámaras, aunque la realidad marca que nunca superó el 45 por ciento.
“Es necesario acompañar el proceso de lucha de las mujeres con leyes que evidencien la vocación del Estado y la sociedad de disminuir la desigualdad”.
Liliana Montero
Pero en 2017 se registró un nuevo hito, con la sanción de la ley de paridad de género para las listas de cargos electivos y partidarios. Con la nueva normativa, las listas debieron asegurar el 50 por ciento de candidatas mujeres de forma intercalada y secuencial, a partir de la última elección.
Los avances no parecen ser solo numéricos. “No solo pudieron acceder, estar en el Congreso, sino también actuar como representantes del pueblo y de los intereses de las mujeres”, señala un trabajo elaborado por los especialistas Natalia Del Cogliano y Danilo Degiustti. Ellos sostienen que la “representación descriptiva” tuvo efectos significativos en materia de “representación sustantiva”. Y lo dice con relación al “desarrollo de una agenda legislativa que comenzó a incluir temas relativos a los derechos de familia, de la adolescencia, de la mujer, de los niños, de los ancianos y de otras minorías, como nunca antes”.
En tal sentido, los autores aseguran que la inclusión de mujeres “en el proceso de deliberación y decisión permitió incorporar perspectivas sociales silenciadas en el debate público y feminizar la agenda legislativa”, al incorporar “miradas y preocupaciones derivadas de la experiencia social de las mujeres”.
PRESUNCIÓN NEGATIVA
Está claro que en la historia los procesos no son lineales. Que cada momento tiene su sentido común imperante y que de acuerdo con ello es como se desarrollan los hechos.
Zuban lo señala con precisión al decir que “cuando impera una agenda que tiene que ver con la cuestión meritocrática, esa que te insiste que hay que ganarse los lugares a fuerza de mérito y esfuerzo, entonces las demandas de paridad de género decrecen”.
La politóloga marca sus cuestionamientos en lo que hace a la manera en que esa supuesta meritocracia rige para las mujeres. “En la mayoría de las carreras universitarias, los mejores promedios los logran las mujeres, se reciben antes que los varones, hacen posgrados y especializaciones, pero cuando se insertan en el mundo profesional, les cuesta mucho ocupar lugares de decisión”, señala.
Y al buscarle explicaciones a esto, sostiene que la mujer “tiene que estar demostrando permanentemente su capacidad. Le opera una presunción negativa, cosa que no pasa con los varones. Algo así como una presunción de inoperancia hasta que demuestre lo contrario… Por fuerte que suene el término, la realidad es más fuerte que su formulación, porque por defecto, la mujer parte desde un sitial de menor jerarquía que el hombre, y tiene que descontar ese camino”.
Es por esta razón que los mecanismos de cupos legislativos han dado buenos resultados. En su momento se los consideraba dispositivos de “discriminación positiva” o “discriminación a la inversa”. Pero es más preciso llamarles “acciones afirmativas”.
Pero falta camino por recorrer. Así lo señala Liliana Montero, presidenta de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH). Entiende que el trabajo realizado para intentar cerrar la llamada brecha de género ha sido desafiar “el ejercicio del poder concentrado en los varones, un poder patriarcal que maneja lo económico, político, cultural y simbólico”. En ese sentido, considera necesario “acompañar el proceso de lucha de las mujeres con leyes que evidencien la vocación del Estado y de las organizaciones de la sociedad civil de disminuir esa desigualdad”.
VIOLENCIA DE GÉNERO
Un estudio realizado en 2018, en 11 países de América Latina por la red de agencias de WiN Américas (Voices! En Argentina) y Fundación AVON, estableció que un 31 por ciento de las argentinas sufrió violencia de género.
Las mujeres más jóvenes, las de clase baja y las que trabajan son las que más declaran haberla sufrido. Comparativamente,las argentinas (31 por ciento), las chilenas (30 por ciento), las peruanas (30 por ciento) y las mexicanas (30 por ciento) duplican los casos de violencia de género que sufren las mujeres de Colombia (16 por ciento), Ecuador (15 por ciento) y Estados Unidos (15 por ciento).
En cuanto al acoso sexual, México (46 por ciento), Perú (41 por ciento), Chile (39 por ciento) y Panamá (35 por ciento) son las naciones con mayor incidencia de este delito. Luego sigue la Argentina (29 por ciento), Brasil (23 por ciento), Ecuador (23 por ciento), Estados Unidos (22 por ciento) y Colombia (20 por ciento). El país con menor nivel de acoso declarado fue Canadá (16 por ciento). En América del Norte, dos de cada diez mujeres declaran haber sufrido acoso sexual, mientras que en Latinoamérica son tres de cada diez las que indican lo mismo. En esta problemática, las más jóvenes son las más afectadas.
PARTICIPACIÓN EN POLÍTICA
En octubre de 2018, la encuestadora dirigida por Paola Zuban realizó un trabajo domiciliario en el que se relevaron 800 casos en la provincia de Córdoba. Consultaron precisamente sobre la participación política de las mujeres y llegaron a resultados sorprendentes.
Ante la pregunta por la existencia de obstáculos reales que tienen las mujeres para acceder a puestos de poder político, el 33,4 por ciento dijo que sí existen.
Pero también muchos de los encuestados validaron o naturalizaron esos supuestos impedimentos.
Un 14 por ciento dijo que las mujeres no tienen carácter para la política.
Un 20 por ciento sostuvo que ellas no son líderes por naturaleza.
El 27 por ciento respondió que las mujeres no tienen ganas o no quieren participar en política.
Y un 28 por ciento respondió que el poder es difícil de manejar para una mujer.
Si bien se trata de porcentajes minoritarios, esto no deja de señalar que existe todavía un sector reaccionario que preferiría ver a las mujeres en roles lejanos a la toma de decisiones.