Hernán Lanvers es médico cirujano y escritor, y uno de los argentinos que mejor conoce África. Sus libros son best-sellers y se han publicado, además de nuestro país, en Europa y América del Norte. Hombre de aventura, ha escalado en solitario las dos montañas más altas del continente africano: el Kilimanjaro y el Monte Kenia. Vive en Córdoba. La que sigue es una conversación sobre la amistad en el África Negra.
- ¿Cómo viven la amistad los habitantes de África?
En África, sobretodo en el África Negra, la amistad lo es todo. Porque allá los peligros están a la vuelta no sólo de la esquina sino detrás de cualquier árbol, de cualquier pastizal alto o hasta en un raid de cazadores de esclavos para quienes viven cerca del sur del Desierto del Sahara. Un amigo con el que pueda contar en tierra de leones, leopardos y búfalos, no significa sólo una contención afectiva o una compañía para tomar una cerveza de mijo fría. Sino también la diferencia entre la vida y la muerte.
- ¿En qué se parece la amistad africana con la que desarrollamos en nuestra cultura?
Ser amigo allá y acá tienen en cosas en común, sobretodo en cuanto a compartir buenos momentos para la hora de los festejos, como casamientos, rituales y charlas entre risas y bebidas. Pero la gran diferencia está en que esa amistad es continuamente puesta a prueba. Todos los días. En una cacería, cuando una víbora venenosa ataca a un amigo o cuando un búfalo de mil kilogramos de peso carga contra el que nos acompaña. En África, a diferencia de la mayoría de los países, el día a día es siempre una aventura y una permanente prueba de supervivencia. Incluso, mucho más que en este país extraño llamado Argentina.
- ¿Qué valor tiene la amistad frente a otros vínculos, como los familiares, afectivos o profesionales? ¿Hay algún festejo o celebración especial por la amistad?
No hay ningún festejo referido a la amistad. Allá lo que sí está muy presente es el concepto de la aldea y de la tribu. El llamado concepto de Ubuntu, que significa que lo que le pasa a uno, le pasa a todos. Por eso, en una aldea, los hijos se consideran hijos de la aldea. Y todas son sus madres, con derecho a retarlos pero con obligación de educarlos y protegerlos. Por eso, en una aldea, todos son amigos de todos. Y si uno triunfa, por ejemplo, yéndose a Europa a jugar al fútbol o a otro deporte o como inmigrante, debe volver periódicamente. Y devolver a su aldea todo lo que le dio. Muchos inmigrantes viajan gracias a una colecta que hace toda esa gente para que emprendan esos viajes. Y eso, ellos no lo olvidan. Pueden triunfar en Europa, en el mundo, pero para ellos el respeto y la amistad que le tienen los de su aldea o los de su tribu, lo es todo. Mucho más que en el resto de Occidente. Las aldeas son, allá, una unidad que se mueve y que vive y que siente como si fuera una sola persona. Una unidad casi indestructible, que de esta forma ha logrado persistir, en el medio más hostil del planeta, manteniendo sus antiguas tradiciones, a lo largo de miles de años.
ALGUNOS DE SUS LIBROS
Hombres como dioses; Sangran los reyes; Cazadores de gloria; Harenes de Piedra; y Tormenta de libertad.