En una sociedad signada por la inmediatez, claves para amigarse y disfrutar de los momentos en los que aparentemente no pasa nada.
Hoy en día, las agendas de todos coinciden en algo: la cantidad de obligaciones y compromisos diarios que hay que cumplir. Y no discriminan entre hombres y mujeres, niños y adultos o fines de semana. La sociedad parece imponer la creencia de que hay que estar ocupado permanentemente; y cuando eso no sucede, es porque algo anda mal. En este contexto, aburrirse no es una opción válida. Los tiempos muertos (los momentos en los que, a simple vista, no sucede nada importante) cada vez son menos; y si no pueden evitarse (la demora de un avión, la fila del banco, un embotellamiento), se viven como si tuvieran que tolerarse, atravesarse como tormentas pasajeras.
Los dispositivos electrónicos son grandes aliados para pasar las horas. Basta ver en los espacios públicos a las personas enfrascadas en sus celulares, sin siquiera levantar la vista de ellos cuando, quizás, solamente están navegando por las redes sociales o visitando páginas de Internet.
“Lo que no se permite en la sociedad de hoy es un espacio donde no haya nada pautado. Está mal visto. Como dice una reconocida publicidad de analgésicos: ‘El dolor para, vos no’. La gente se pregunta cuántos capítulos de la serie va a ver hoy, cuando podría no mirar ninguno o no empezar inmediatamente con otra temporada. Pero está todo armado para que uno transite. Los más jóvenes salen del trabajo y van al happy hour, pero no sé si es una hora en la que están más felices. Y los más chicos tienen agendas ocupadísimas, sin tiempo para quedarse jugando a lo que se les ocurre”, manifiesta Tamara Dolgiej, psicoanalista y supervisora del Centro Oro (de Asistencia, Docencia y Prevención en Salud Mental), donde coordina el Departamento de Niños. Para la especialista, el aburrimiento también tiene que ver, necesariamente, con prescindir de objetos electrónicos. ¿Será posible, entonces, amigarse con los ratos en los que no pasa nada y volver a encontrarles el disfrute?
ADICTOS AL ESTÍMULO
El ritmo de vida acelerado, donde todo tiene que ser ya y rápido, hace del hecho de simplemente “estar” y “ser” todo un desafío. Incluso, muchas veces resulta difícil sentarse a leer un libro en un rincón tranquilo de la casa o mantener un diálogo a la vez por WhatsApp. Y es que los estímulos permanentes, en lugar de entretenernos, generaron una demanda que se volvió tan constante como imprescindible. “Necesitamos emoción, novedad. Es totalmente adictivo”, refiere Sandi Mann, profesora asociada de Psicología en la Universidad Central Lancashire y autora del libro El arte de saber aburrirse. Si bien generalmente se identifica al aburrimiento como una emoción negativa, asociada al proceso de buscar algo y no encontrarlo, ella lo define como “un arma de doble filo”. “Por un lado, puede ser malo y llevarte a cosas negativas. Pero si no querés aburrirte, también es un problema”, señala la experta, quien investigó cómo, muchas veces, en los espacios de trabajo niegan que los empleados se aburran con sus tareas, generando que lo vivan con una sensación de culpa.
“Quizás lo que hace falta es generar estructuras de demora, donde haya tiempo para pensar”.
Tamara Dolgiej
Sin embargo, aburrirse y disfrutar de ello es tan necesario como natural. Además, permite dar señales y puede servir como el disparador para mejorar una situación que no es satisfactoria. Por ejemplo, si en una clase o conferencia la gente empieza a bostezar, está claro que será necesario hacerla más atractiva y dinámica, o cambiar rápidamente de tema. También el aburrimiento envía un signo de cansancio al cuerpo que debe ser oído para que no derive en complicaciones mayores, ya que el descanso es vital, tanto a nivel mental como corporal. A su vez, actúa como un mecanismo de adaptación ante una sobrecarga de información al permitir desconectarse del ruido constante. ¿Quién no ha puesto alguna vez la mente en blanco ante una conversación tediosa y demasiado extensa?
Según explica Mann, “cuando el individuo aburrido no puede escapar físicamente de la tarea y emprender una más atractiva, a menudo cambia la atención del enfoque externo al enfoque interno: pensamientos, sentimientos y experiencias”. Es ahí cuando se buscan novedades y nuevos estímulos. Al mismo tiempo, motiva lo que se conoce como “soñar despiertos”, que fue definido como un “estado mental propicio para la creatividad, la inteligencia y la resolución de problemas en el que emergen verdaderas soluciones”. ¿Cómo ocurre eso? Muy simple: durante el tiempo de ocio, el cerebro entra en contacto con la parte inconsciente, seleccionando recuerdos olvidados hace mucho tiempo y conectando ideas.
UNA CITA CON UNO MISMO
Saber aburrirse es estar dispuesto a cambiar una satisfacción inmediata de corto plazo (como una notificación del celular) por otra que puede ser más significativa o interesante, pero de mayor alcance. El primer paso para dar sería desacelerar y volver a mirar el mundo deteniéndose en los detalles, que con el apuro pasan desapercibidos. Por supuesto, habrá que apagar el televisor, desconectarse de Facebook e Instagram, no responder el celular y puede ser de gran ayuda elegir un espacio en la naturaleza (el parque, el río, una plaza). Lo que se vuelve rutinario suele tornarse aburrido, por eso tampoco es recomendable hacer siempre lo mismo, sino que los especialistas sugieren ir variando. Una opción podría ser, por caso, elegir caminos alternativos, ya sea caminando o con el auto, y descubrir qué nos deparan.
Aunque quizás uno de los mayores enriquecimientos al concederse este tiempo sea el hecho de estar con uno mismo. No es fácil, claro, y por eso muchos le rehúyen y optan por tapar agujeros, ocupando toda su agenda. “Hay una rutina del tiempo libre y la creatividad que impide que estos sean, justamente, libres y creativos. Incluso, la gente necesita saber ya a dónde se va a ir de vacaciones, y dejar todo cronometrado”, advierte Dolgiej, para quien hay poca capacidad de estar a solas y entretenerse, a pesar de que es ahí cuando aparece la verdadera conexión con lo que genuinamente se podría desear y con la singularidad. Y señala que los artistas o los creativos suelen ser personas que estaban en algún tipo de soledad y encontraron en esa actividad una compañía. “No hay forma de enriquecerse –sentencia– si no está esa tolerancia al vacío”.
Para volver a darse este tiempo, la psicóloga sugiere que en el momento de la semana en que la persona no tiene cosas pautadas, se pregunte qué le gustaría hacer, pero respetando también la posibilidad de no querer hacer nada. “A veces, el aburrimiento tiene que ver con dejar de esperar que el otro me diga qué tengo que hacer y de estar a merced de que decidan por mí. Es frenar y pensar si uno tiene ganas de realizar lo que está llevando a cabo. Hoy la sociedad se encuentra más orientada al estímulo y la respuesta inmediata. Quizás lo que hace falta es generar estructuras de demora, donde haya tiempo para pensar. Por eso el yoga y la meditación alivian mucho a la gente. Ese tiempo ocioso permite redefinir cosas, sin ir en piloto automático”, dice Dolgiej. ¿Tengo que ir al gimnasio porque es bueno? ¿Y si me resulta más placentero salir a caminar por un parque? La realidad es que sin la posibilidad de hacerse las preguntas, no van a surgir las respuestas.
NIÑOS SOBREESTIMULADOS
La psicóloga Alicia Banderas, autora del libro Niños sobreestimulados, desaconseja la estimulación en exceso o precoz, dado que podría generar bloqueos, estrés y falta de motivación, y aniquilar la capacidad de curiosidad innata. “El ímpetu que muchos padres tienen para que sus hijos adquieran mayores destrezas, habilidades y capacidades, lejos de perseguir este objetivo, puede mermar su salud. Y las nuevas tecnologías han agravado el problema”, sostiene la especialista. Por eso el tiempo libre en los niños es también tan importante, ya que es cuando se aburren que dan cabida a la imaginación.