La pintura es la excusa de Elián Chali para habitar el espacio urbano. “Podemos ver cómo se derriba arquitectura, cómo se edifica en lugares verdes, una mutación propia como entidad autónoma a todos los que la transitan. La ciudad tiene una cadencia y mi obra es parte de su piel, que cuando se tiene que caer, se cae”, dice el artista cordobés que ha dejado su marca en las calles del mundo.
Utiliza la ciudad como lienzo, donde colores y formas se estampan sobre las paredes de edificios públicos y privados. “Es mi tema, porque es donde me construí como sujeto político y como persona. Además, me interesa lo despersonalizado de las ciudades, que a la hora de habitarlas hay grietas, soplos, escaparates. Sin duda, es un campo de acción, una arena para disputar cosas interesantes, porque ya está sucediendo; lo que yo hago es colarme en ese ritmo”.
También elige la arquitectura urbana porque colabora con su principio de que el arte debe ser efímero. “Me interesa no momificarla, que quede escrita oralmente, en una experiencia, en un recuerdo. Hay que parar de generar cosas y acumular material. Si la obra está presente un determinado tiempo y después tiende a desaparecer, permite que se reconfigure la memoria; quedan registros, pero no la obra”.
- ¿La última muestra que viste?
Una historia particular, una colección con obras de Santiago Villanueva, Lucrecia Lionti y Valeria López.
- ¿Una que recomiendes?
Ver arte local.
Manifiesto
Un gran muro atraviesa la plaza de Casa Naranja y penetra el edificio. Sin develar el mensaje, Chali asegura que su propuesta es un posicionamiento sobre las instituciones artísticas.
Hasta el 31 de enero de 2020, de lunes a viernes de 10 a 20 horas, y los sábados de 14 a 20 horas, en Casa Naranja, La Tablada 451.