Reencontrarse después de mucho tiempo con los viejos compañeros de la escuela despierta una mezcla de sentimientos y muchas expectativas y temores. El paso de los años y el papel que cumplen las redes sociales.
Por Alba Palavecino
Con motivo de cumplir 40 años de egresadas, Alicia Lemus decidió organizar un encuentro con sus excompañeras de la promoción 1978 del Liceo N.° 8, Esteban Echeverría. “Junto con una de las chicas comenzamos a coordinar la fecha con las autoridades del colegio y, una vez resuelto eso, les avisamos a las que teníamos en Facebook quienes, a su vez, nos fueron contactando con otras; todo eso nos llevó alrededor de seis meses, pero valió la pena”, cuenta. El lugar de encuentro fue la puerta de la escuela y a medida que iban llegando sus antiguas amigas, se producía una explosión de sentimientos: “Los gritos, las risas y los abrazos me remontaron a la adolescencia –dice, a la vez que añade– fue todo muy emotivo y la pasamos tan bien que hasta fantaseamos con la posibilidad de hacer otro viaje de egresadas”.
Reunirse después de muchos años con quienes compartieron una parte de nuestras vidas puede activar inseguridades, ilusiones y emociones profundas. “Los colegios –y por ende los egresados– son un caldero del desarrollo y de la actividad de la persona y, por lo tanto, las vivencias que se comparten y se pueden rescatar en estos encuentros son mucho más genuinas y menos hipócritas –no tomando el término como una mala palabra, sino aludiendo a la hipocresía social como una forma de estar con los otros–. También pueden tener un impacto negativo, o sea que no está asegurado el resultado, pero si el clima se da adecuadamente, se producen intercambios muy enriquecedores que no son frecuentes en la vida cotidiana, porque se retoma un hilo de algo que sí fue intenso en su momento”, explica el Eduardo Drucaroff, médico psicoanalista especializado en familias, parejas y grupos y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
“Nos juntamos para volver a ser chicos; creo que uno va a encontrarse con su pasado”.
Carlos Margiotta
Eso fue lo que le ocurrió a Fernando Bensi, que terminó en 1963 la secundaria en el Colegio Domingo F. Sarmiento y se reencontró con sus excompañeros 39 años después: “Dio la casualidad –rememora– de que un amigo mío de la infancia se atendía con uno de ellos, que es médico, y charlando mi amigo me nombró y ahí se retomó el contacto; había pasado mucho tiempo, pero fue como si nos hubiéramos dejado de ver ayer. El grupo se fue achicando y ahora somos cuatro que nos vemos varias veces al año”.
Algo similar experimentó Patricia Iza, una de las que participaron en la celebración de los 40 años en el Liceo N.° 8: “Cuando armaron la movida para reunirnos, lo primero que sentí fue alegría; me gustó la idea, me dieron ganas de verlas, de saber qué había sido de la vida de cada una y cuando nos juntamos, sentí que no había pasado tanto tiempo; fue un sentimiento raro”, admite.
“Nos juntamos para volver a ser chicos, para volver a ser adolescentes; creo que uno va a encontrarse con su pasado, con una parte muy linda de su vida”, destaca el licenciado en Psicología Carlos Margiotta, presidente de la Asociación de Psicólogos Sociales de la República Argentina (APSRA). Él se ve desde hace 55 años con otros egresados de la promoción 1963 del Colegio del Salvador dos veces al año y con un grupo se reúne todos los meses a comer. “Nosotros nos llamamos los compañeros de la edad feliz, porque en ese tiempo uno no tenía las responsabilidades que tiene hoy, ni estaba agobiado con los problemas actuales; ahora somos abuelos y estamos viejos, pero seguimos con esa costumbre de armar lío”, dice.
EL PASO DEL TIEMPO
No es lo mismo volver a verse a los diez años, que a los veinte o a los treinta; hay distintas etapas de la vida en las que estos reencuentros pueden tener distintos significados.
Además, así como hay quienes arman, asisten y participan de estas reuniones, también existen aquellos que rehúyen de ellos, ya sea porque no guardan un buen recuerdo de esa etapa, porque no desean que vean cómo los años los han afectado o porque quizá consideran que no han obtenido los logros que, suponían, debían haber alcanzado.
“La gente se compara –sostiene Drucaroff– y en esos reencuentros puede sentir o no sentir que los otros llegaron a lugares a los cuales la propia persona no llegó –o al revés–, y esto puede darse a distintos niveles, porque puede haber logros a nivel profesional o en la constitución de la familia, y logros más personales, dependiendo de cómo los vive cada uno y compara con los de los demás”.
“El temor es encontrarse con uno mismo viejo: veo al otro que está viejo y pienso, ¿cómo me verán a mí?”, comenta Margiotta, y agrega: “también el hecho de saber que algunos ya no están nos lleva a pensar en la propia muerte, no como algo abstracto, sino como algo más concreto; sin embargo y a pesar de las pérdidas, seguir viéndonos nos pone contentos y nos da ganar de seguir encontrándonos”.
LAS REUNIONES “VIRTUALES”
Por lo general, es a través de Facebook que se llevan a cabo los primeros contactos y, después del encuentro, lo usual es que se arme un grupo de WhatsApp. Para que todo marche bien es preciso establecer algunas reglas, como la de no tocar temas que pudieran producir roces o entredichos; la política y la religión figuran a la cabeza de la lista.
“Creamos un grupo y al tiempo comenzaron los problemas –reconoce Alicia Lemus–; una puso algo de política que a algunas nos molestó; se lo hicimos saber con onda, pero volvió a la carga, así que decidimos armar un chat aparte y ahora charlamos todo el tiempo”.
“Es natural que se formen grupos más pequeños, con intereses comunes, que pueden compartir anécdotas; unos recuerdan una cosa, otro recuerda otra y así se va armando la historia”, resume el presidente de APSRA, Carlos Margiotta.