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El DNI en el cuerpo

Las nuevas formas de identificación, como el reconocimiento facial y de voz, facilitan los trámites on-line y vuelven innecesario recordar contraseñas.
Por: Ariel Hendler

Existen percances cotidianos como olvidarse el DNI en casa, no recordar una contraseña o que el banco nos obligue a cambiarla constantemente cuando se agotan las opciones fáciles de memorizar. Y ni hablar de que alguien nos la robe para entrar a nuestras cuentas. Todo esto está en camino de pasar a la historia para dar lugar a los llamados “métodos de identificación biométrica”.
Se conoce así a “todo sistema que basa el reconocimiento a partir de alguna característica corporal, como las huellas dactilares, que pueda ser reconocida o verificada en forma automatizada”, define la abogada Marcela Aizcorbe, especialista en prevención del lavado de dinero y consultora de los bancos más importantes del país en esta materia. “Los rasgos biométricos son únicos y irrepetibles”, explica la experta. Es decir que las claves se llevan en el propio cuerpo y nadie más puede utilizarlas.
Por caso, las huellas digitales ya sirven para desbloquear celulares, ingresar a edificios inteligentes y a distintas áreas de un establecimiento industrial o científico. Para eso, se genera un archivo de huellas autorizadas, previamente escaneadas, que permiten reconocer a su original a través de algoritmos que identifican puntos de coincidencia. Incluso, la misma operatoria sirve también para acceder a las cuentas bancarias desde la pantalla del smartphone solo con la yema del dedo, sin nombre de usuario ni contraseña, como si fuera un código QR, gracias a la aplicación del banco.
Otro tanto ocurre con las técnicas de reconocimiento facial, ya usadas por bancos, empresas y organismos de Migraciones en algunos países de la Unión Europea, donde tienden a reemplazar al pasaporte físico. Basta con sacarse una selfie y enviarla al servidor para que el sistema analice las dimensiones y proporciones de la cara, como la distancia entre las pupilas o la forma y el tamaño de la nariz, y la compare, también mediante algoritmos, con una imagen ya archivada.
Lo mismo puede hacerse con la técnica del escaneado del iris de los ojos en una videollamada, desarrollada por Samsung. O a través del reconocimiento de la voz y sus múltiples variables de entonación en los trámites telefónicos, ya sea al vocalizar una contraseña o al hablar con un call center. E incluso autenticar una firma de puño y letra, como lo ofrece la empresa holandesa Signaturit, mediante un software que desmenuza las características del trazo sobre la pantalla touch y lo compara con datos ya archivados.
En suma, estamos en la era de la identificación digital sin contraseñas.


¿Y POR CASA CÓMO ANDAMOS?

En la Argentina funciona desde 2018 un sistema de reconocimiento facial que sirve para abrir cuentas o solicitar préstamos bancarios a distancia, y también para renovar el pasaporte, cobrar pensiones o planes sociales, y otros trámites. Es parte del Sistema de Identidad Digital (SID), una plataforma que funciona conectada con la base de datos del Registro Nacional de las Personas, que incluye archivos de fotos y huellas digitales. Para utilizarlo, hay que hacerse una selfie: el banco u organismo estatal envía los datos al archivo del Renaper, que los coteja y da su aprobación al instante.

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