Antes de descubrirse como actor, Cristian Salguero era una persona tímida, de escasos amigos e, incluso, de poca charla, hasta que se encontró por primera vez con el teatro en un taller. “Decidí dedicarme a esto porque me hace bien. Cada personaje que haga tiene que tocar algo de mí, una necesidad, un saber, o contestar una pregunta. Porque si bien toco emociones que son de otras personas, las atravieso con mi cuerpo, por eso tienen que servir para sanarme, resolver preguntas internas y, de esa manera, ir convirtiéndome en mejor persona”, le cuenta a Convivimos.
Piensa que ese modo de ser introvertido, junto al cansancio y al rencor con la vida por las malas jugadas, como la de no tener trabajo, se le habían impregnado en la mirada. Entonces, cuando Santiago Mitre buscaba al chico malo para su película Paulina –la remake de La patota, con Dolores Fonzi–, sus ojos tenían esa oscuridad. A partir de aquel debut, empezaron a convocarlo para papeles marginales o violentos. Pero cuando le acercaron el guion de Delfín, le encantó: “Era ponerme en la piel de alguien totalmente diferente a lo que venía haciendo, más liviano e inocente. Quise desafiarme al encararlo”. No solo este trabajo en particular, sino el oficio en sí mismo, es un desafío para el actor nacido en Posadas. “Es como dedicarse a la suerte”, asegura.
- ¿La última película que viste?
Tierra de cárteles, de Matthew Heineman. Y El espejo, de Andréi Tarkovski.
- ¿Una que recomiendes?
Capitán Fantástico, de Matt Ross.
Delfín
Delfín tiene 11 años y vive solo con su padre en un pueblo de Buenos Aires. Todos los días, antes de ir a la escuela, sale a trabajar. Pero él quiere participar de la orquesta infantil de una ciudad vecina tocando el corno francés, y hará lo imposible para presentarse a la audición. Una aventura para él, y también para su papá.
Estreno 4 de julio.