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Cómo elegir el secundario

Qué tener en cuenta en medio de una amplia oferta de orientaciones y propuestas pedagógicas. Cuánto involucrar a los chicos. Una instancia clave que, bien llevada, puede mejorar el vínculo entre padres e hijos.

Por Valeria García Testa

C

on las reuniones para definir el viaje de egresados y la emoción de pensar que nuestros hijos están por arrancar el último año de la escuela primaria, viene también la pregunta del “ahora qué”. “Elegir un colegio es una de las decisiones más importantes que las familias debemos afrontar, pensando en el presente y el futuro de quienes necesitan de nuestra responsabilidad e idoneidad para su construcción integral como sujetos”, dice Agustín De Cerchio, psicopedagogo del centro cordobés Sendas. Laura Velázquez Gallardo, educadora y al frente del equipo profesional de Elegircolegio.com, coincide en que, incluso cuando el chico concurra a una institución que también tenga secundario, es un momento para repensar el ámbito en vistas a la nueva etapa escolar y a la adolescencia que se avecina. Lineamientos para armar un mapa que permita llegar a buen puerto.

POR DÓNDE EMPEZAR

La licenciada en Educación Alejandra Scialabba, especialista en Gestión Educativa y directora de la consultora Diéresis, sugiere analizar el escenario en tres planos: qué quieren los padres en relación con la educación de sus hijos, cuáles son los intereses de los chicos y cuál es la oferta real de escuelas. Primero los adultos deben jerarquizar las distintas variables que consideren importantes –un excelente nivel de idioma, una institución que los ponga en contacto con la realidad, un proyecto educativo innovador, lo vincular, alta exigencia académica, etcétera– y determinar cuáles de esas serán innegociables. “A mi entender, la decisión es de los adultos, pero hay que abrirles el juego a los chicos entre las opciones que ya estén preaprobadas por los padres”, explica. No tiene sentido arrastrarlos en todo el proceso de búsqueda de información, reuniones con los directivos o recorridas por los colegios si antes eso no pasó por el filtro de la familia. Para Lorena Vaccher, maestranda en Educación y directora de Eureka Consultora Educativa, lo fundamental es “escuchar al chico, ver en qué se siente cómodo y pensar la elección en términos de qué queremos que encuentre en la escuela, cómo esta puede potenciarlo y desarrollar sus distintas habilidades”. Cada colegio tiene una forma de enseñar, y esa modalidad es lo que va a enganchar más o menos al alumno. “Creo que hay que pensar cuál es la fortaleza de cada institución y, desde ahí, evaluar qué es lo más importante para nosotros. Más allá de lo académico o de la orientación, es necesario tener en cuenta la forma de abordarlo, que tenga un proyecto áulico innovador y una buena propuesta pedagógica; es importante ver de qué manera se plantea el aprendizaje: si es a través de debates, de clases expositivas, de salidas recreativas o trabajando por proyectos y propiciando el conocimiento interdisciplinario”, detalla Vaccher.

“La decisión es de los adultos, pero hay que abrirles el juego a los chicos entre las opciones que ya estén preaprobadas por los padres”.
Alejandra Scialabba

Elegir implica ganar algo y perder otra cosa. “Difícilmente una institución contemple todos los factores en juego, por lo tanto, resultará necesario utilizar la propia balanza familiar”, apunta De Cerchio. “Lo importante es recordar que siempre hay una institución para cada chico. Es un camino que hay que hacer con el hijo, siendo respetuosos de sus intereses, pensamientos y sensaciones. El secundario es el lugar donde se fortalece la subjetividad”, agrega Velázquez Gallardo. 

VOCACION U OCASIÓN

La Ley Nacional Nº 26.206 de Educación establece que la educación primaria y secundaria tiene una extensión total de doce años de escolaridad obligatoria, y da la libertad a las provincias de optar por una estructura de siete años de primario y cinco de secundario, o bien de seis y seis. El mapa de la Argentina quedó dividido entre las provincias donde la secundaria arranca a los doce años –como Córdoba, Entre Ríos y Buenos Aires, entre otras– y aquellas donde comienza a los trece –ciudad de Buenos Aires, Mendoza y Santa Fe, entre otras–. Por lo tanto, las familias empiezan a pensar en la secundaria cuando los chicos tienen entre diez y once años, o entre once y doce. ¿Cuánto conviene involucrarlos en la toma de decisión? “Ni dar absoluta libertad para la selección ni tampoco elegir por sobre su persona, lo ideal sería dialogar acerca de los gustos, las capacidades, las expectativas, los miedos, investigar, analizar las diferentes opciones y acordar una decisión que responda a los intereses comunes”, explica De Cerchio. La cuestión es encontrar un punto de equilibrio para escucharlos sin exigirles que tengan respuestas que aún no encontraron. Vaccher anticipa que el tema puede generar discusiones, crisis y enojos en los chicos, y que es necesario y saludable encararlo de un modo constructivo, poner el foco en qué les gusta o cómo se imaginan sus próximos años. Tal vez no saben definir qué les apasiona, pero sí tienen claro lo que no, y eso es algo para tener en cuenta. “Cada familia debe saber leer la infancia y la pubertad de sus hijos en función de sus dones o talentos, de sus intereses y capacidades, que, en algunos casos, pueden estar recién en pañales”, agrega Laura Velázquez Gallardo. También es útil hablar con los maestros con quienes el niño tiene empatía o con su pediatra. “Me parece importante que, además, los padres transmitan a sus hijos el mensaje de que las elecciones traen consecuencias, pero no condenan. Toda elección compromete un grado de error, y no hay que temerle. Incluso acudir a un profesional que pueda orientar en la toma de decisión es reducir los márgenes de error, pero no eliminarlo”, afirma De Cerchio.

CURRICULAR Y VINCULAR

Si bien hay una multiplicidad de orientaciones –además de las escuelas técnicas y artísticas que requieren un interés inicial de base, los bachilleres tienen una especialización en los últimos tres años tan variada como, por ejemplo, Turismo, Comunicación, Educación Física, Informática o Biología–, los especialistas coinciden en que no son determinantes para el futuro profesional, sino más bien un acercamiento general a un área. “Puede hacer el bachiller con orientación en Economía o en Arte, y después estudiar Psicología sin notar dificultad. No es como antes, cuando ibas a un bachiller o a un comercial y durante cinco años tenías materias específicas, como Contabilidad en el caso del perito mercantil”, dice Alejandra Scialabba. 

“Toda elección compromete un grado de error, y no hay que temerle”.
Agustín De Cerchio

La incertidumbre y la ansiedad que suele producir el tema en las familias se relaciona también con que empieza a vislumbrarse la adolescencia (y sus transformaciones). En esa etapa de la vida se dan procesos de reposicionamiento identificatorios que conjugan continuidad y transformación. Se define una identidad sexual, se adquiere mayor autonomía, se establece un sistema de valores que regulan la conducta, se delinea un proyecto futuro y se construye un pasado para hacer pie en ciertos anclajes que resguarden que las modificaciones no pongan en peligro lo permanente. “Es necesario contemplar todo eso a la hora de elegir un colegio junto con nuestros hijos, acompañarlos para lograr una toma de decisión consciente y responsable, que tenga en cuenta los factores personales, académicos y sociovinculares”, concluye De Cerchio. 

TODAS LAS CLAVES
  • Analizar la situación como un cambio de etapa.  
  • Tener en cuenta que la decisión es multifactorial y que cada familia debe establecer su propia jerarquización.
  • Determinar objetivos familiares y contrastarlos con los del chico.
  • Informarse, recorrer colegios, pedir reuniones con sus directivos. Hablar con familias y alumnos de esas instituciones (pero sabiendo que ninguna experiencia ajena debería ser determinante). 
  • Respetar la individualidad. La escuela secundaria no tiene por qué ser la misma para todos los hijos.
  • No evaluar bajo el tamiz de la experiencia de los padres sin cotejar con la actualidad (tanto lo negativo como lo positivo).

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