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GERARDO ROMANO: “EL LUGAR MÁS LIBRE Y GOZOSO ES EL ESCENARIO”

A los 79 años y diagnosticado con párkinson, en lo que más confía es en el trabajo. Así, actor de todos los formatos, está en cartel con dos obras de teatro y conforma el elenco de la serie En el barro.
A los 79 años y diagnosticado con párkinson, en lo que más confía es en el trabajo. Así, actor de todos los formatos, está en cartel con dos obras de teatro y conforma el elenco de la serie En el barro.

Gerardo Romano ha vivido casi tantas vidas como las que ha interpretado. Camino a los 80 años, lleva más de la mitad dedicados a la actuación. En la vida real fue custodio del presidente Umberto Illia, jugador de la primera división del rugby porteño, se recibió de abogado, dio clases en la UBA, fue sumariante en el Ministerio de Justicia de la Nación y militó en una organización peronista hasta el golpe de Estado del 76. En la ficción, suma varios icónicos personajes en teatro, cine y televisión. Uno de los más recientes es el comisario Antín de El marginal, a quien continúa personificando en el spin-off de la serie En el barro. 

El diagnóstico de párkinson que recibió en 2017 no lo detuvo, sigue activo, y para él, trabajar es una cuestión vital. Así, el mes pasado estrenó en teatro El secreto, junto a Ana María Picchio, y sigue al frente de Un judío común y corriente. 

Protagoniza este texto de Charles Lewinsky desde hace una década y le atribuye el éxito de las once temporadas a su profundo deseo de poner en escena el mensaje de la obra. Donde se presente con una función, es tal el silencio que se logra en la sala que impresiona hasta al propio actor. “La concentración en un espectáculo unipersonal en donde se vuelcan en su mayoría conceptos encierra una atracción, un deseo de recorrer algo que nos abarque y nos involucra, lo que tiene ese prejuicio religioso social”, sostiene. 

  • Hace diez años que hacés “Un judío común y corriente”, donde estás solo en escena, ¿cansa?

No, no me cansa, me produce un atractivo, un disfrute, me gusta contarle esta historia al público. 

  • ¿Te costó volver a una obra de elenco?

Sí, cuesta. La soledad tiene su costado atractivo, porque encierra un disfrute, un deseo de recorrerse uno mismo sin estar pendiente del deseo del otro, de la palabra del otro. Y también se genera un deseo gregario, una necesidad de que el acto de subirse al escenario encierre un atractivo puramente gregario. 

  • ¿Cómo te llevás con los estrenos? 

Me estresa un poco, pero el estrés tiene que ver más con la realidad que nos toca vivir, no tanto por el hecho artístico, del encuentro, sino más que nada con las dificultades, las asimetrías, estas circunstancias tan lejanas al deseo de uno, como nos ocurre en este momento histórico. 

  • ¿Por qué quisiste ser parte de “El secreto”?

Siempre hay una multiplicidad de factores que colaboran en las decisiones que uno toma. Primero, porque once años haciendo un unipersonal es mucho, y sobre todo cuando ya has hecho otros tres unipersonales que llevaron más de diez años. Entonces, son más de veinte años, que en la vida laboral de una persona es mucho. Y, por otro lado, la amorosidad en el escenario, la posibilidad de poder expresar un deseo amoroso consciente o inconsciente hacia otra persona no es poca cosa.

  • ¿Te estás sintiendo más a gusto en el escenario? 

El escenario es el lugar donde más a gusto se siente un actor. Hay sociedades donde los actores hacen solamente una actividad. Generalmente, en las sociedades imperiales el cine tenía –o tiene, ahora con las plataformas– un lugar preponderante. Pero el espacio más gozoso, lúdico y libre es el escenario, porque en el escenario hay una presencia interactiva inadvertida que es la cuarta pared. En el momento lúdico de la actuación se establece una pertenencia a uno mismo y al instante que uno está viviendo. Como cuando éramos chicos, jugando nos aislábamos dentro de nosotros y los terceros desaparecían, nuestra madre nos llamaba y no escuchábamos, porque estábamos abstraídos en ese juego. 

  • A tus 30 años, con la última dictadura militar, cambiaste la militancia por la actuación, ¿tienen puntos en común?

Sí, indudablemente. La actuación así a secas no, porque cada uno puede utilizar las posibilidades expresivas de un trabajo dándole la connotación que cada cual quiera. Para mí la actuación o este trabajo de actor está envuelto en una situación mucho más veleidosa, que es expresarles a los demás la mirada que uno tiene sobre el mundo o el mundo que le toca. Eso enriquece el trabajo, lo hace más profundo y comprometido, y uno siente un deseo de trascender con eso. Pero lo que ocurre globalmente nos abarca a todos, y lo que ocurre en la Argentina mucho más intensamente. 

 

  • ¿Actuar es una religión? 

No, porque una religión implica un acto de fe, y la fe no nos ocurre voluntariamente, sino que es algo que nos pasa o no nos pasa. Confío más en la racionalidad del trabajo, del esfuerzo y de la mirada hacia el otro. A la fe la asocio más con algo caprichoso, por decirlo de algún modo, con algo que nos ocurre sí o sí, sin ninguna mirada prejuiciosa o tendenciosa.

  • ¿En qué creés?

En todo lo que puedo comprobar que existe y tiene vigencia, y lo puedo comprender con mis sentidos.

  • Jugando con el título “El secreto”, ¿sos un tipo de tener secretos?

Sí, tengo secretos.

  • Igual, tampoco sos de callarte mucho. 

Pero esos no son secretos, son gritos a voces, ahogados por la cobardía o la indiferencia.

  • ¿Las ideas y convicciones hacen más valiosa la vida de una persona?

Seguramente, no sé. Pero más que nada su accionar. No la expresión pura de sus miradas sobre el mundo, sino cómo las traslada a la cotidianeidad y el resultado de la interacción con los demás seres con los que le toca convivir. Importa cómo se trasladan esas ideas al quehacer de la vida, a cómo somos en nuestro trabajo, en nuestra cotidianeidad.

  • Decías que la soledad tiene su atractivo, ¿en tu cotidianeidad disfrutás de estar solo?

Disfruto del amor. Es algo sociable el amor, así que no. No disfruto de la soledad a ultranza, necesito la mirada del otro.

“Lo que me hace sentir consagrado es el reconocimiento amoroso de las personas que trato”. 

  • Jugando con el título de la otra obra, ¿sos un tipo común y corriente? 

Sí, o por lo menos es lo que creo que soy. Nunca fantaseé ni pensé en tener la notoriedad que tenemos los actores a veces. Después, cuando descubrís que además es pequeña, le das menos trascendencia e importancia.

  • De todas maneras, has alcanzado cierta notoriedad y construido una sólida trayectoria, ¿te sentís consagrado? 

No, pero lo que me halaga y me hace sentir consagrado es el reconocimiento amoroso de las personas que trato y que voy conociendo a lo largo de la vida. 

  • Con todo lo que has vivido, ¿dirías que la vida es un drama o una comedia?

Depende de los momentos históricos. Este es un momento dramático, no hay ninguna comedia, no hay nada que produzca sonrisas.

  • ¿Sos optimista del futuro?

Sí. Pero la mejor forma del optimismo es el trabajo. 

  • En 2024, cuando estuviste internado con neumonía, dijiste que sentiste de cerca la muerte como nunca, ¿le temés?

Les temo a varias cosas, y la muerte ocupa un lugar superlativo en ese temor, sobre todo por lo que uno desconoce. En esa internación prolongada y cruda, hubo algo con lo que hice una revisión involuntaria que reflejó las circunstancias y las vicisitudes que había atravesado en mi vida. En ese transcurrir encontré una satisfacción y una paz, no sé si deseada, porque las circunstancias de las enfermedades o ese acercamiento a zonas existenciales profundas no es algo con lo cual uno pueda joder y divertirse. Pero me tranquilizó, me dio paz, me dio armonía atravesar esa circunstancia sin un miedo escénico profundo. El temor era la angustia de revivir momentos dolorosos y no otra cosa.

  • Hablaste de trascender, ¿qué querés que se diga de vos? 

Que soy un buen tipo, que mi memoria sea una bendición en el recuerdo de los que me conocieron.

 

PARA DISFRUTAR 

En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, hay doble oportunidad para verlo en vivo en el teatro. Un judío común y corriente tiene funciones los sábados en Chacarerean Teatre. Mientras que El secreto se presenta de miércoles a domingos en el Teatro Multitabaris. En este caso, además de Romano y Picchio, el elenco se completa con Rodrigo Noya y Gabriela Sari. 

También se lo puede ver en En el barro, disponible en Netflix. 

 

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