Cuando Guillermo Angelelli leyó Las lágrimas de los animales marinos, no dudó en formar parte de este proyecto que tiene más de quince artistas en escena, y un cuerpo de actores, bailarines, acróbatas y músicos. “Hay cosas muy sensibles, que son emocionantes de solo leerlas. Tiene una calidad poética y emocional muy fuerte, muy concreta. Si bien es un texto poético, resulta muy cercano, es una poesía de lo cotidiano”, comenta.
La obra narra la relación de un nieto con su abuelo y todo lo que emerge cuando el anciano muere. “Hay algo que tiene que ver con las despedidas que no pudieron teatralizarse, con cosas que quedaron por decir, que me parece bello porque da la posibilidad a todos los que pasamos por situaciones parecidas de identificarse y, de alguna manera, cumplir con ese rito de poder decir cosas que quedaron mudas”, expresa.
Esta historia familiar está recreada con texto y también con acciones físicas. “El movimiento puede decir más que mil palabras y puede no hacerlo. Depende de cuál sea el origen de ese movimiento, si es el resultante de una necesidad de expresar algo o si está generado por las ganas de hacer una demostración de virtuosismo. Lo más maravilloso es cuando la acción sirve para despojarnos, para mostrar lo que hay detrás de todo eso”, dice uno de los fundadores de El Clú del Claun.
- ¿Una obra que recomiendes no perderse?
Petróleo.
Las lágrimas de los animales
En una ciudad costera, durante el invierno, tras enterrar a su abuelo, un joven comenzará un viaje hacia sus recuerdos y emociones. Escrita y dirigida por Toto Castiñeiras.
Hasta el 15 de diciembre, de jueves a domingos, a las 20, en Teatro Nacional Cervantes, Libertad 815, CABA.