JOSÉ MARÍA MUSCARI: “Lo que hago es un poco inclasificable”

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1997

Carismático y polifacético, comenzó a actuar en la adolescencia y rápidamente se volcó a la dirección, terreno que transita desde hace más de veinte años. “Las obras son el pretexto para hablar de algo que me interesa”, asegura.

Fotos: Alejandra López

Producción: Brenda Teti

Desde Margarito Tereré hasta los autores clásicos de teatro, sus influencias son tan amplias como su producción. Creador inagotable, conector de mundos en apariencia alejados, José María Muscari es una figura central de una escena teatral a la que aporta, desde hace dos décadas, un par de obras en simultáneo permanentemente.

“Muscari, está mirando lo que hace su compañera y le dice con los ojos lo que tiene que hacer. Eso no es actuar, es dirigir”, lo retaron, a sus 18, en la Escuela Municipal de Arte Dramático de Buenos Aires, donde se formó como actor. La frase resonó en él, y automáticamente reunió a algunas compañeras (entre quienes estaba Paola Barrientos) y armó su primera obra de teatro, Mujeres de carne podrida.

De actor pasó a director y, en el camino, fue convirtiéndose también en dramaturgo. “Al principio llamaba a personas que escribían obras y yo las intervenía, porque no me terminaba de cerrar cómo quedaban. Hacía una dramaturgia de la dramaturgia. Hasta que un día me di cuenta de que tenía que escribir lo que quería dirigir. Aunque en el ida y vuelta con quien escribía surgía algo que estaba bueno, siempre había algo que me frustraba. Lo que me traían escrito no se parecía tanto a la idea que yo había tenido. Empecé a escribir por necesidad de director. Un rubro me fue llevando al otro, pero mi verdadera pulsión es la dirección. Están en ese orden: primero la dirección, después la autoría, que casi siempre es por necesidad del director, y después el actor, algo que hago muy de vez en cuando. En general, me gusta actuar en cosas de otros, no propias”, cuenta.

  • El teatro es donde más te desplegaste, pero no es el único ámbito donde creás.

Claro, no me siento un artista exclusivamente del teatro. Primero, no me siento artista, sino un creador que a veces actúa, a veces dirige y a veces escribe. El teatro es la columna vertebral de lo que hago, pero también despliego mi creación en las redes, en la televisión, cuando estoy en radio. El cine o lo audiovisual es un camino que transité menos. Creo que soy una especie de multitasking que tiene como un formato central, que sería el teatro. Me gusta pensarme dialogando con otros circuitos.

  • ¿Por qué decís que no sos artista?

Es una palabra que me suena muy a varieté, y el varieté me deprime. Me parece un término medio antigüete, formal. Me gusta “creador”, porque siento que engloba lo que hago, que es un poco inclasificable. También es real que popularicé una labor del mundo del espectáculo que no es tan conocida, porque en general no se conoce a los directores de teatro.

  • El abanico de lo que ya hiciste es amplísimo, ¿es difícil buscar desafíos nuevos dentro del medio?

No me resulta muy difícil, porque tengo una especie de ley en mi cabeza: intento no hacer nada que me repita. Por ejemplo, hice La casa de Bernarda Alba, que fue una adaptación mía de una obra clásica de Lorca, protagonizada por Norma Pons, que venía de otro palo. Después de que esa obra se consolidó como un éxito, me llamaron para muchos clásicos y dije que no. Hace un par de años hice una obra, también muy exitosa, que se llamó Extinguidas, que era la juntada de diez mujeres que eran icónicas en los años 80, vedettes, desde un nuevo lugar. Después me llamaron para un montón de obras de mujeres. Ahora, hace tres años que tengo Sex en escena. Me convocaron para espectáculos eróticos, de desnudismo, y a todo le digo que no. No quiero aceptar ningún trabajo que me lleve a un lugar parecido al que ya transité. Eso me hace tener un recorrido muy amplio, con cosas muy diversas, que por suerte no se parecen. Sí creo que, si uno no está muy atento, el medio no es que te condena, sino que te empieza a tener en cuenta para lo que cree que servís y nada más.

  • Lo que tienen en común es que, en muchas de tus obras, hay una parte que es más de la escena y otra en la que se rompe la cuarta pared y uno de los personajes reflexiona sobre el tema del que trata la obra, ¿no?

Sí, en realidad siento que las obras que hago son el pretexto para hablar de algo que me interesa. Tengo temas en la cabeza y los voy sacando. A veces con un título, a veces con un grupo de actores. Mis obras son la forma de drenar determinados pensamientos, obsesiones, cosas que me habitan. Las convierto en una historia o en una performance, o en lo que fuera. En esos personajes que a veces toman la palabra y hablan directamente con el público sobre la obra o el tema de la obra, aparezco yo, medio como un complejo de charla TED.

El origen de las ideas es de lo más variado: puede ser, como sucedió con Extinguidas, un llamado de Beatriz Salomón contándole que necesitaba trabajo. A partir de ese pedido, y luego de encontrarse haciendo zapping o en diferentes situaciones a otras figuras de épocas pasadas como Luisa Albinoni o Noemí Alan, le dio forma al espectáculo que las reunió en escena.

Plagio, ¿de quién es tu vida?, la obra que estrenará en abril con tres elencos diferentes para un mismo texto (una pareja heterosexual, una entre dos hombres y otra entre dos mujeres), surgió de una pelea que Muscari tuvo con un amigo a raíz de otra obra. “La pensé primero para dos mujeres: una escritora de teatro que está en pareja con una actriz y que tienen una discusión porque la autora se adueña de una circunstancia de la vida de su pareja, la escribe en una obra de teatro que se convierte en un éxito y eso genera un conflicto”, relata.

  • Y te pasó algo similar, ¿verdad?

Sí: hace muchos años, uno de mis mejores amigos me contó una situación bastante traumática, el suicidio de su madre. Eso me quedó en la cabeza, y mucho tiempo después, en Falladas, uno de los personajes cuenta la anécdota de mi amigo. Cuando escribí la obra, me adueñé de esa experiencia que me contó y nunca se me ocurrió que podría herir su susceptibilidad, no lo pensé, me olvidé totalmente. Como en otro momento algún personaje dirá algo que le escuché decir a mi mamá, u otro tendrá una conducta que vi en una película. Voy asimilando cosas que me suceden en la vida y pasan a ser parte de mi existencia hasta que las escribo. Cuando mi amigo escuchó eso en la boca de un personaje, eso lo descolocó mucho, lo angustió y tuvimos una gran pelea. Nuestra relación de amistad de veinte años se terminó por esa situación en la que siento que fui endeble como amigo, no supe darme cuenta de que esa amistad requería un cuidado de mi parte. Esto pasó hace cinco años y recién ahora pude darle esta forma a esa situación dolorosa, que me dejó una herida.

“No me siento artista, sino un creador que a veces actúa, a veces dirige y a veces escribe”.

Además de Plagio, como es habitual durante el verano, Muscari tendrá dos obras en cartel: Sex, con tres elencos que se repartirán entre las ciudades de Buenos Aires, Mar del Plata y Carlos Paz; y Perdidamente, que luego de la temporada en Mar del Plata realizará una gira nacional. También se estrenará, probablemente en marzo, la segunda edición del reality El hotel de los famosos, que lo tiene como coach de los participantes.

  • ¿Qué te atrajo de esta propuesta?

En principio, que era algo que nunca había transitado. Cuando me llamaron de la productora, me pareció que estaba buena la mirada que tenían sobre mí, una que yo no tenía: que, a lo largo del tiempo, al haber hecho tantos espectáculos y armar elencos donde mezclo tanta gente, tengo como un ejercicio sobre el trabajo del ego del otro y logro que gente que es, a priori, “inapareable”, conviva bien. Eso me parecía que me daba como un back-ground para poder trabajar con estas personalidades tan disímiles que estaban en un programa todos juntos. Siento que no se equivocaron, porque algo de eso afloró. Casi siempre me pasa que no pienso lo que hago o cómo lo hago, sino que lo voy haciendo. Cuando llega el momento de conceptualizar, quizás el otro me devuelve una mirada sobre mí que yo nunca había pensado.

  • Hace un tiempo dijiste que no tenés esa pulsión por entender, que hay cosas que tienen que quedar así…

Sí, es algo que desarrollé bastante en el trabajo con los actores. En el principio, cuando empezaba a dirigir, ellos preguntaban y me veía en la obligación de responder. Un día aprendí que podía decir “No sé”, y lo empecé a utilizar. Tranquiliza un poco, da espacio para probar. No soy la respuesta a todas las incertidumbres del actor. A mí me tranquiliza, también, no entender algunas cosas. Hay gente con la que me vinculo a la que no entiendo, o que tiene universos mentales a los que no logro acceder. Pero aprendí hace mucho tiempo que, sobre todo cuando hago obras de teatro, yo llamo a personas bastante extraordinarias. Su resultado escénico genera un sismo, un movimiento, una brillantez, un algo que no se parece en nada a lo cotidiano. Antes yo cometía el error de pretender que esas personas fueran extraordinarias arriba del escenario y frustrarme cuando en lo cotidiano también eran extraordinarias. Yo quería que fueran ordinarias al bajarse del escenario, normales. Y no les puedo pedir eso. Fui aprendiendo, con el transcurso del tiempo, que una gran parte de mi trabajo es llamar a personas extraordinarias y, después, aprender a convivir con lo extraordinario cuando dejan de brillar en el escenario. Si fueran seres muy lógicos, no serían tan destacados en el escenario.

  • ¿Y cómo es el manejo del ego propio? Vos tampoco sos una persona ordinaria.

Tengo una contradicción con eso. Siento que soy una persona muy fácil, pero tengo muy claro el lugar que ocupo. Para mí, hay algunas lógicas que se dan de manera natural. El ejemplo más claro para mí es que en los proyectos que hago no se me ocurriría explicar cómo tengo que aparecer, cuál es mi cartel. Porque creo que si lo tengo que explicar, estoy frente a alguien que no está entendiendo el lugar que ocupo y va a ser raro que lo explique yo. Yo nunca la llamé a Leonor Benedetto para decirle “Vas a ser la protagonista” ni ella tuvo que pronunciar esa palabra. ¿Para qué la llamaría? Es obvio que es una protagonista. Entonces, tengo muy claro el lugar que ocupo y mi peso dentro del mundo del espectáculo, pero no lo estoy manifestando. Simplemente, me siento cómodo y pertenezco a lugares donde creo que eso es reconocido naturalmente. Si tengo que pujar para que eso sea reconocido o respetado, o lo que fuera, no estoy. 

CONFORMAR UN ELENCO

En sus obras conviven figuras de extracciones diversas, muchas veces con recorridos distantes de la propuesta que Muscari les presenta.

“Me inquieta que haya una búsqueda diferente también en la gente que convoco. Si los personajes son, por ejemplo, una pareja gay, quiero que los actores o las actrices sean heterosexuales. Me atrae ver cómo componen, cómo abordan un mundo ajeno. Desde hace un tiempo, al tener mayor poder de decisión, elijo personas que me gusten también cuando bajan del escenario. No es algo del orden de la moral, sino del factor humano: hacer teatro y televisión es una conjunción de fuerzas alquímicas que trascienden lo artístico. Ensayar todos los días con alguien, viajar o hacer giras de notas es convivir con otra humanidad. Hoy prefiero a un actor o una actriz con un poco menos de talento, pero con más calidad humana o más entereza frente a la vida y la existencia que tuvieron”, confiesa.