Del animé al campo de juego

Mengbom Kim, un trotamundos del fútbol, es parte del cuerpo técnico de la gran revelación del ascenso argentino.

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Foto: Pato Pérez 

Cuando Yoichi Takahashi creó el universo de Capitán Tsubasa –el manga y animé que por aquí se conoció como Supercampeones–, el fútbol en Japón estaba muy lejos de ser un deporte popular. La J League, el campeonato profesional de fútbol, se fundó en 1992, once años después de la primera edición del manga, y la selección japonesa jugaría su primer Mundial recién en 1998. Sin embargo, antes de que todo aquello sucediera, la semilla implantada por Takahashi ya había germinado en Mengbom Kim.

Cuarta generación nacida en Japón, pero con nacionalidad norcoreana, el niño Mengbom quedó prendado de la destreza futbolística de aquellos personajes. Posó su mirada especialmente en Taro Misaki (conocido como Tom en Latinoamérica), el socio ideal de Tsubasa (Oliver) en el Nankatsu (Newpi). Desde entonces, el fútbol se volvió parte de su vida para siempre.

“Mis padres siempre miraban partidos de béisbol. En casa nunca vimos fútbol, pero mi hermano mayor jugaba y yo empecé a jugar con él”, recuerda Mengbom. Por entonces, solo jugaba en el colegio, pero ya demostraba cualidades. Al igual que para su admirado Misaki, el mediocampo fue su sector predilecto, aunque también se animó a probar en otros puestos.

Con la clasificación de Japón al Mundial de Francia, en 1998, el deporte comenzó a ser más reconocido en el país. Las incursiones de Boca Juniors para jugar y ganar la Copa Intercontinental en Tokio, y la posterior contratación de Naohiro Takahara, hicieron que por primera vez escuchara hablar de la Argentina. Un amigo suyo se volvió fanático de Boca y fue quien le mostró videos de Maradona. “Fue increíble. En esa etapa no veía tantos videos ni Internet, y para mí fue como un shock, algo de otro mundo. Pensaba que esas cosas solamente podían suceder dentro del animé”, confiesa.

Sintió, entonces, que debía explorar el mundo, que el fútbol tenía para ofrecerle mucho más que lo que podía encontrar en Japón. En 2014 llegó a Australia sin proyecto alguno (“Nunca planeo nada, voy y averiguo ahí”). Estudió inglés gratis en una iglesia y se acercó al Cockburn City FC para probarse como jugador. Lo contrataron y durante una temporada disputó en la Segunda División de aquel país. Pero necesitaba aprender más, y decidió seguir su camino hacia una sociedad aún más futbolera. Italia, Holanda y España eran sus opciones, y finalmente encaró hacia este último país.

Trabajó entrenando a adolescentes, reconociendo que su punto débil era la táctica. Necesitaba ver más partidos de fútbol, algo que, contradictoriamente, lo aburría al punto de que era capaz de dormirse delante del televisor. Poco a poco encontró el gusto por observar y analizar el juego, además de jugarlo, y realizó cursos de entrenador. La pandemia lo encontró en Valencia. Para rebuscárselas, empezó a dar clases virtuales de japonés. Entre sus alumnas estaba la música argentina Marina Fages, de quien se enamoró. Ese vínculo lo trajo al país, donde se casó y donde se encontró con una manera mucho más intensa de vivir el fútbol: “Lo primero que vi fue un partido de inferiores. Noté que acá los chicos juegan como adultos, por la intensidad del juego. Se chocan, se tiran. Con siete años ya tienen una manera de proteger la pelota increíble”, analiza.

Gracias a Fages, consiguió trabajo como segundo ayudante de campo en el equipo femenino de futsal de Atlanta. Unos meses después, se fue a Centro Español, en la Primera D, como videoanalista. En el mismo rol llegó este año a San Telmo, para disputar la Primera Nacional.

Al ritmo meteórico en el que el club se convirtió en la gran sorpresa del campeonato, peleando los primeros puestos en lugar del descenso, Mengbom subió escalones en el cuerpo técnico de Alfredo Grelak y es su segundo ayudante de campo. Ya separado de Fages, es el fútbol lo que lo mantiene unido a la Argentina. Acostumbrado a un ritmo de vida más acelerado de su ideal, y adaptado a la intensidad física y demostrativa de los argentinos, solo piensa en seguir escalando en su carrera: “Estoy aprendiendo muchísimo y quiero llegar a ser el DT de un equipo de Primera División. También tengo el sueño de dirigir la selección norcoreana en un Mundial”, se ilusiona.