En la ruta
– Pa, ¿falta mucho?
– Quinientos kilómetros, hijito; recién salimos.
– ¿Hay algo para comer?
– ¡Yo también quiero!
– Chicos: acaban de desayunar. ¿No pueden esperar?
– No, ma, necesito galletas.
– Y yo necesito aire. Estoy mareada.
– Flaca, ocupate, que si no me pierdo.
– Gordo, creo que no era por acá…
– Tenés razón, me distraje y nos pasamos.
– Sigo mareada, ma.
– Mi chiquita, respirá hondo.
– Tarde, padres: mi hermana vomitó.
– ¿En el tapizado?
– No, todo en el piso…
– ¿Dónde estamos? Mejor busco una estación de servicio.
– ¡Uácale, qué olor…!
– Chicos, no peleen… y menos en vacaciones.
– Ella empezó.
– Fue él.
– ¡Basta, chicos, en serio! O nos volvemos.
– Son los nervios del viaje, gordito; ahora paramos y todo se acomoda. Ah, mirá, un mensaje de la abuela: “Se olvidaron el bolso con las zapatillas”.
– ¡Flaca!, ¿y ahora?
– Eran muchas cosas: armar las valijas, dejar la perra con el vecino, regar las plantas…
– Por fin, ¡una estación! Voy a averiguar bien la ruta.
– Tranqui, gordo, estamos de vacaciones.
– ¿Vacaciones? Faltan 470 kilómetros, el auto no pasa los 100, la nena vomitó y tu hijo está imbancable…
– Pa, ¿estás enojado conmigo?
– No.
– ¿Entonces puedo preguntar algo?
– Sí.
– ¿Podemos volver a casa? Extraño a Luna.
– ¿Qué?
– Quedó triste, pobre perrita. Ademas, no me gusta dormir en carpa.
– ¡Y yo les tengo miedo a los bichos!
– A ver, chicos: papá necesita tranquilidad… El camping adonde vamos es lindo y no hay bichos. Creo.
– Venías bien hasta el “creo”, flaca.
– Pa y ma: su hija llora.
– ¡Estúpido! Lloro porque yo también extraño a mi Luna.
– Nuestra Luna.
– ¡Es mía!
– No, es mía.
– ¿Otra vez? ¡Una discusión mas y nos volvemos!
– Gordo, tranqui. ¿Qué música quieren que ponga?
– No, por favor, flaca; otra vez Paulo Londra, no…
– Ma, estoy muy mal; extraño a mi perra y a mis abuelos. ¡Buaaaa!
– A ver, mi chiquita, dame un abrazo. Gordo, la nena tiene fiebre.
– ¿Cómo fiebre?
– Sí, en todo el cuerpo; está hirviendo.
– ¿Paramos otra vez?
“Eran muchas cosas: armar las valijas, dejar la perra con el vecino, regar las plantas…”.
– Donde puedas.
– ¿Trajiste el jarabe?
– Está debajo de todos los bolsos.
– Joya, Pa paremos para comer algo.
– Hijito: un minuto de paz, que tu hermana está enferma. ¡Allá veo un parador! Vamos a ver qué tiene y, de paso, tomamos café.
– Y vamos al baño.
– ¡Oh, la nena vomitó de nuevo!… en el tapizado.
En la carpa
– ¿Vieron qué segura que es esta carpa? Y no hay bichos.
– Sí, pero es chiquita; estamos todos amontonados. ¿Quedaron galletas?
– Acordate: “Si dejás migas, vienen hormigas”… están en ese rincón. Flaca, ¿cómo sigue la nena?
– Mejor. Comió y se durmió enseguida. Al final se acomodaron las vacaciones, ¿no, gordo?
– Sí, al final salió todo bien. La nena se curó, nos ahorramos el viaje, recuperamos las zapatillas, nadie extraña…
– Y todos en la carpa en el jardín de casa. ¡Luna, correte!